MENSAJE
Queremos cantar
- Hermano Pablo
Mide casi trece metros de
largo y pesa novecientos treinta kilos. Está hecha de maderas finas,
y tiene corazón eléctrico. Sus venas son de metal, y se estiran
a más de doce metros. Tomó un año escolar entero construirla,
y es ahora el orgullo de sus inventores.
Cuarenta estudiantes, ufanos y triunfantes, la condujeron al escenario
de su escuela. Todos los presentes admiraron la habilidad de esos jóvenes.
Se trata de una enorme guitarra eléctrica, la más grande
del mundo, dicen ellos. Al mostrársela a profesores, padres de familia,
y al público en general, lo hicieron poniendo sobre ella un gran
cartel que decía: Queremos cantar.
Esta guitarra en sí demostraba mucho acerca de la imaginación
y de la habilidad de estos jóvenes. Pero el mensaje que pusieron
sobre ella también demostraba mucho. Esos jóvenes querían
cantar, y la enorme guitarra era una muy dramática expresión
del deseo de ellos y de todos los jóvenes del mundo. Los jóvenes
quieren cantar.
Podemos imaginar cómo serán los decibelios de sonido que
produce esa guitarra: como para reventar los tímpanos de una ballena.
La verdad es que en el fondo todo el mundo quiere cantar. Es más,
todo el mundo necesita cantar.
Queremos cantar es la petición de millones de personas que viven
sufriendo el dolor de la desesperación. Queremos cantar, piden millones
de enfermos torturados por la agonía de una enfermedad incurable.
Queremos cantar es el clamor de otros que viven bajo gobiernos opresivos,
despóticos y tiránicos. &laqno;Queremos cantar» dicen
millones de niños abandonados que vagan por las calles, sin hogar,
sin padre, sin madre, sin refugio.
Y finalmente, Queremos cantar» dicen millones de hombres y mujeres
presos del pecado sin saber cómo ni quién podrá librarlos
de esa esclavitud. Queremos cantar» dice el mundo, buscando algún
alivio de su esclavitud.
Ninguno de nosotros puede hablar con todo el mundo a la vez, pero sí
podemos hablar con las personas una por una. Hay un refugio que trae paz,
sosiego y calma en medio de la confusión de esta vida. Ese refugio
es una persona. Esa persona es Jesucristo.
Las palabras de Cristo son clásicas y merecen ser repetidas vez
tras vez. Han sido la fuerza salvadora para millones de personas. &laqno;Vengan
a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les
daré descanso» (Mateo 11:28).
Esa invitación es para cada uno de nosotros. Podemos con absoluta
confianza corresponder a ella. Basta con que digamos de corazón:
&laqno;Señor Jesucristo, yo acepto tu amistad.


|