Antes de abril de 1986, los rusos decían que sus plantas nucleares eran las más seguras del mundo, que jamás ocurriría un desastre atómico en su territorio. De repente, a finales de aquel fatídico mes, uno de los reactores nucleares de la planta de Chernobyl, sufrió una avería y descargó radiaciones sobre toda Ucrania, contaminando también gran parte de Europa Oriental.
El incendio fue incontrolable, al punto que los bomberos rusos y ucranianos sufrieron quemaduras por el intenso calor que llegó a superar los mil grados. Los vestidos especiales se quedaron pegados a la piel de los socorristas y llamaradas color azul, cual gigantesca estufa, asaban a las personas.
La visión del infierno descrito por el escritor Dante, o el Apóstol San Juan en el Apocalipsis, describen muy bien el caos de la radiación descontrolada. Las reacciones atómicas y termonucleares son fuerzas tremendas que el hombre no puede dominar del todo. Aunque se impongan las mejores medidas de seguridad para transportar los dispositivos y combustibles a base de esta peligrosa energía, nada es infalible.
Hace poco, dirigentes políticos y periodistas panameños, junto a la prensa internacional, visitaron las entrañas del barco Pacific Sandpiper, uno de los transportes navales que lleva cargamentos nucleares entre Europa y Asia. Cada año, este navío, junto a otros barcos ingleses, cruzan el Canal de Panamá.
Según la empresa que opera estos navíos, la carga nuclear es transportada en contenedores resistentes a incendios de hasta 800 grados centígrados y que los cilindros soportan presiones tremendas. Que es invulnerable el casco de los envases, etcétera, etcétera.
Ambientalistas panameños y extranjeros advierten que los incendios navales son peligrosos, al punto que en las explosiones de los tanques de combustible de los barcos pueden alcanzar más de los mil grados, superando el nivel de tolerancia de los contenedores que transportan la carga nuclear.
De todo es conocido que el escape de una pequeña fracción de los elementos transportados en esos contenedores pueden causar la muerte a miles de personas, la destrucción del ecosistema, además de contaminar por años a los países irradiados.
Por eso, no creemos en los argumentos de la empresa inglesa que maneja el Pacific Sandpiper, pues siempre es posible el desastre. Consideramos viable la aprobación de una ley que prohíba el paso de barcos nucleares por el Canal de Panamá y pedimos también a la Autoridad del Canal que suspenda el paso de estos navíos, antes que ocurra una tragedia radiactiva. |