El deterioro de un reactor tras otro en la central japonesa de Fukushima sigue alimentando el temor a un desastre nuclear, sin que los desesperados intentos para controlar una fuga radiactiva abrieran un resquicio a la esperanza.
Desde Bruselas, el comisario europeo de Energía, Günther Oettinger, aventuró ayer que se corre el riesgo "de una nueva catástrofe de gran peligro para los habitantes".
En medio de esta acentuada incertidumbre, los problemas se siguieron encadenando en la central de Fukushima, gravemente dañada por el seísmo y el "tsunami".
Sus seis reactores de agua en ebullición provocaron emergencias continuas y los empleados de TEPCO, la empresa que explota la planta, trabajaron sin descanso para tratar de combatir el sobrecalentamiento.
El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), cuyo director general se dispuso a viajar a Japón, confirmó desde su sede en Viena que están dañados los núcleos de los reactores 1, 2 y 3 de Fukushima, aunque aseguró que no se puede decir que la situación esté "fuera de control".
El portavoz del Gobierno japonés, Yukio Edano, aseguraba que la posibilidad de un deterioro grave del contenedor del reactor "es baja".