La cultura de corrupción no se limita a la asamblea nacional de diputados, ni a los pagos debajo de la mesa al margen de licitaciones, ni a las oficinas de empresarios vivos que ofrecen coimas a cambio de contratos millonarios.
Por desgracia, esta se cultiva desde las más tiernas edades. Eso es un hecho en muchos lugares, incluído nuestro pequeño terruño hogar de 3.4 millones de personas.
Si queremos recordar con precisión cuál fue el primer acto de corrupción del que pudimos ser testigos, no necesitamos ver más allá de quien estaba sentado a nuestro lado cuando estábamos llenando un examen en la escuela.
La copia en los exámenes es el estreno de muchos en la corrupción. La noción de que pueden obtener las mismas notas de los "brains" de la clase con sólo asomarse furtivamente a sus anotaciones, es demasiado tentadora para algunos, al punto de que no conciben hacer un examen si no se copian.
Es increíble, pero para hay más métodos de copiarse, robar exámenes y hacer baterías (ya sea en papel o electrónicas) que métodos de estudio.
Hace 15 años, la juventud corrupta se especializaba en la "nanoescritura": podían escribir a mano resúmenes completos de libros en una pequeñísima hoja de papel que escondían donde fuera, para poder usarla como batería a la hora del examen. También eran expertos en crear códigos de lenguaje y señas para intercambiarse información unos, burlando al ojo del profesor.
Ahora, con la tecnología disponible en celulares, agendas electrónicas, laptops y memorias portátiles, las posibilidades para la copia no tienen límites. Hay que requisar a los estudiantes como si fuesen convictos escondiendo puñales cuando entran a sus celdas.
El resultado de todo esto es un estudiante graduado, pero que no sabe nada de nada. De a vaina sabe escribir, a duras penas puede recitar las tablas de multiplicar y tiene cero capacidad de análisis. Y cuando el joven se enfrenta a los requerimientos del mundo profesional, se estrella con sus limitaciones. ¿La solución? Más trampas: siente que debe recurrir al amiguismo malicioso, la lambonería, la sapería y la corrupción para escalar en la sociedad. Hemos formado a un ciudadano fallido.
Estudiante panameño, hay atajos para ganar buenas notas, mas no para obtener el conocimiento, ni para alcanzar la excelencia profesional y sobre todo, moral, que el mundo entero necesita de nosotros.
En momentos en que miles de jóvenes en las escuelas privadas regresan a clases, el mejor consejo que les podemos dar es que aprovechen al máximo los conocimientos puestos a su disposición por el sacrificio de sus padres.