Tampoco es que hasta la semana pasada la campaña política hubiese sido prístina y rebosante de propuestas constructivas, pero todo el vergonzoso episodio iniciado con las declaraciones del reo colombiano David Murcia Guzmán han hundido a nuestra clase política y gobernante en lo más produndo de lo que se tenga memoria.
Y lo peor es que pareciera que cuando tocan fondo, comienzan a cavar hacia abajo.
Luego de décadas de una legislación electoral encubridora y protectora del secretismo en todo lo referente al manejo de los fondos para proselitismo, de la cual han disfrutado y abusado los partidos políticos, está quedando de manifiesto en forma definitiva que es necesario un manejo totalmente transparente en cuanto a los donantes de campañas, el uso del subsidio electoral y todo lo referente al manejo de fondos en los colectivos.
El Tribunal Electoral ahora ha anunciado que no permitirá que el subsidio se use para campañas negativas, mientras que la candidata oficialista ha anunciado que presentará públicamente su lista de donantes.
Aunque esto se concrete, y los otros candidatos la imiten, todo esto es muy poco y demasiado tarde. En términos de credibilidad, esta campaña ya está perdida, pero se hace imprescindible a futuro una reforma a la ley electoral que establezca de una vez por todas controles estrictos del dinero salido de nuestros impuestos para uso de los partidos, y además que sea obligatorio hacer públicas las identidades de sus donantes; y sobre tod que cada nombre y cifra sean verificables para el contribuyente.