El proyecto de Saneamiento de la Bahía de Panamá es una de las iniciativas con un fuerte impacto positivo para mitigar los efectos ambientales causados por la población de la capital al litoral Pacífico que se haya emprendido desde el descubrimiento del istmo.
¿Cuál es el volumen de la descarga líquida y semisólida que transportarán las tuberías que conectan la red colectora de este gigantesco sistema sanitario? La respuesta a este tipo de preguntas nos puede dar una idea de la manera tan despiadada como los panameños hemos usado el mar como reservorio de cuanto desecho nos ha atiborrado la industria moderna.
¿Cuáles serán los componentes estructurales y cómo operará la compleja trama de tuberías y plantas receptoras de aguas negras, dispersas por todas las barriadas? ¿Cuándo entrará en funcionamiento este sistema de recolección y tratamiento de aguas residuales, cómo será financiado y qué fórmulas de valorización serán empleadas para la recuperación del crédito, una vez comience a operar?, son interrogantes que requieren de respuestas.
Por otra parte, hay que tomar en cuenta que el proceso urbanizador a lo largo de la franja costera que ya se extiende desde Chepo hasta La Chorrera, continúa intensificándose por lo que las urbanizaciones que están fuera del área de cobertura del proyecto seguirán vertiendo sus desechos al mar a través de ríos y quebradas, de manera que se requiere la toma de medidas adicionales para evitar los efectos contaminantes.
La idea de usar energía solar en el funcionamiento de plantas de tratamiento de aguas negras, para abaratar costos, podría abrir una nueva alternativa en la descontaminación de los recursos hídricos tan largamente castigados por la acción de quienes sólo ven en la naturaleza un instrumento de lucro personal.
A pesar de la importancia y el alto valor monetario que tendrá este proyecto, el mismo podría ser catalogado como el menos divulgado en el menú de obras en construcción por el Estado panameño, y por consiguiente, el menos conocido por la comunidad.
