Puede que la columna de hoy tenga cierto olorcito a despedida. Escribo para decirles que no estaré más aquí en domingo. Como algunos de ustedes sabrán, estoy dirigiendo el nuevo bebé de la Editora Panamá América, un diario chico y filoso al que hemos bautizado DIA a DIA. Se trata de una propuesta periodística distinta, muy en boga en Centro y Sudamérica, que ha revolucionado la industria de las noticias impresas. Es una criatura chillona y exigente, pequeña como un alfiler, pero así mismo puntiaguda, con historias cortas y muy gráficas, que tratan de decirlo todo con dos o tres imágenes, y a la mitad del precio de los otros periódicos.
Por ser tan compacto y ligero, exige mucha concentración y descarga de energía. Por más que quiera, no puedo quedarme con esta columna que tantas alegrías y lágrimas me ha provocado en siete años. Me duele en el alma, pero DIA a DIA, hoy es todo para mí. Montar toda la estructura nos tomó apenas tres semanas, durante las que la directiva de la empresa y el personal de administración, sistemas, mercadeo, circulación, fotomecánica, rotativas, mantenimiento y redacción, vimos cómo se gesta un milagro: viajamos a Perú y Guatemala para estudiar algunos colegas; hicimos estudios de mercadeo, cuñas de televisión y vallas, todo un diseño editorial a colores y propuesta gráfica propia, presupuestos, contratamos personal, compramos mobiliario, establecimos intrincadas redes de comunicación, literalmente nos encerramos durante diez días (incluyendo los cuatro de carnaval), y sacamos a la luz al bebito el miércoles de ceniza. La histeria de la competencia y el éxito del producto, fue tan grande como el récord que logramos batir.
Todavía siento que todo es un sueño. Nada más en enero estábamos enganchados en decenas de proyectos para Crítica, con planes a corto y mediano plazo, y en menos de un mes estamos metidos en un torbellino diferente, con un periódico que impone un estilo distinto y nunca antes visto en estos lados del mundo, y que no sabemos hasta dónde nos va a levantar. Pero será alto... lo sé.
Entonces me topo con el dilema de mi columna. Hojas Sueltas es el amor de mi vida. El sueño de todo periodista. Un espacio propio en un periódico líder, donde me leen a nivel nacional, y me responden, creando un espacio de conversación entre el autor y el público como si estuviéramos charlando de la vida diaria en una mesa de un café. He demorado el momento de soltarla, pero llegó la hora.
Es como cuando mi hijo varón se mudó de cuarto, alejándose de sus hermanas que él tanto mima. Ellas son ya unas señoritas, y él tiene su mundo distinto. Duele, pero la vida es así.
De momento, sólo puedo decir que la felicidad del éxito de DIA a DIA se mezcla con la nostalgia de dejar a Hojas Sueltas. Me consuelo con pensar que sigo en la misma casa, pero cruzando el pasillo del fondo... allá... en el cuarto del bebé. |