Al obtener mi licenciatura en Administración de Empresas en el año 2001, me dispuse a buscar empleo, metí cerca de cincuenta hojas de vida y no había una sola llamada para entrevista ni nada similar; luego de ocho meses de espera, llegó mi oportunidad laboral: vendedor de calzados.
Mi primera experiencia no era completa si no comprendía el entorno para desarrollarla integralmente, este era la Avenida Central; todavía esta plaza llena contaba con una cantidad considerable de clientes, como también de toda clase de amigos de lo ajeno de distintas edades y sexo.
Me sentía bien al desempeñarme en algo que brindara un ingreso, para asumir mis gastos personales; hubo personas, en las cuales había mezclas entre amistades, conocidos y familiares que en medio de las conversaciones y luego de saber dónde trabajaba me decían: "¡Oye, si tú eres un licenciado!, ¿qué haces vendiendo zapatos?, ¿por qué no buscas en otro lado?".
Por supuesto que había intentado buscar algo mejor, lo soñado para cualquier recién egresado universitario; un horario fijo, de lunes a sábado, con un buen salario, pero la realidad de este servidor en ese momento fue todo lo contrario, estaba en horarios rotativos con algunos domingos libres o días de la semana, ni qué hablar en los meses de diciembre donde el horario de ocho horas cambia a casi doce horas. A pesar de ser complicado, pude hacer un Posgrado, lo cual no fue fácil, pero sí muy gratificante.
Aprendí a lidiar con ladrones de zapatos de todas las edades conocidos como "cancheros", carteristas, piedreros que querían entrar al local; aprendí a identificar con una mirada quién venía a comprar y quién quería robar, podía identificar quién me pagaba con dinero limpio y quien con dinero de ventas de drogas, pues el pago total de la compra lo hacían con billetes de un balboa.
Para ser un buen profesional hay que estar dispuesto a trabajar en cualquier circunstancia; la soberbia y vanidad de un diploma de licenciatura, maestría o doctorado no debe nublar la humildad para salir adelante; en lo personal, cuando me dicen que no hay trabajo, yo siempre digo algo que me da autoridad moral y profesional: "¡Qué te pasa!, ¡Si siendo licenciado, vendí zapatos en la central, no se afloje, echa pa' lante!".