Teniendo en cuenta la competitividad en que se encuentran las empresas, los empleadores pueden echar mano de una situación que, a primera vista, no se considera como una ventaja: la falta de experiencia de sus nuevos empleados.
Esto debido a que en muchas ocasiones, la experiencia laboral provoca criterios o juicios rígidos o poco flexibles, formas automatizadas o mecanizadas en la ejecución de las tareas, falta de creatividad y propuestas innovadoras, excesiva confianza que provoca errores u omisiones e incapacidad para adaptarse a nuevas formas de trabajo o cambios organizacionales.
En este entorno, la falta de experiencia de los nuevos empleados brinda a las organizaciones la oportunidad para revisar procedimientos, simplificar procesos, actualizar políticas, agilizar o enriquecer las acciones de adiestramiento, entrenamiento o capacitación para que resulten acordes a las necesidades del nuevo personal.
De igual forma, es importante puntualizar que la falta de experiencia no implica necesariamente falta de conocimientos, sino simplemente el hecho de no haber ejecutado ciertas operaciones.