Eran casi las cuatro de la tarde y las riveras del caudaloso Río Pacora eran bañadas por el sol, que a esta hora se mezclaba con la brisa que baja del imponente Cerro Azul. Mujeres, hombres y niños semidesnudos disfrutaban de las frías aguas, contrastante con el calor del verano.
A unos metros del caudal y a orillas de la interamericana, cientos de lugareños y visitantes disfrutaban de una espectacular y ruda competencia. Un Campeonato Nacional de hierra, en uno de los centros de diversión más visitados en el pueblo de Pacora, el jJardín " La flor del Canajagua". Jinetes con acento interiorano y vestidos al estilo Cowboys, deambulaban con orgullo sobre briosas bestias, mientras los técnicos de sonido dentro del jardín instalaban cables al son de una alegre murga. Y poco a poco la gente salía de la corriente y de todas partes para aglomerarse dentro del jardín, y no era para menos ya El Amo, Dueño y Señor de la cumbia había llegado.
Hombre de pocas palabras
Alfredo Escudero, otro hijo del pueblo de San José de Las Tablas es para muchos el más auténtico de los exponentes de la cumbia tradicional panameña. Un hombre de pocas palabras que ha sabido introducir innovaciones a su música, sin dejar su esencia, combinación que le ha dado muy buenos resultados, especialmente porque hoy arrastra a multitudes, sin que la juventud se le escape.Con ustedes el amo, dueño y señor de la cumbia ... Alfredo "Fello" Escudero, fueron las palabras del animador para iniciar el baile Al ritmo de los tambores y alegres notas del acordeón se llena la pista sin importar como anduviesen, mujeres en chancletas y cabaleros en sombreros pinatos y ala pedrá, se movían con cada acorde de Fello.
A las seis de la tarde se habian llenado por completo el jardín y a las siete de la noche la música y la gentebailaban con emoción y con gusto cuando Leonidas Moreno entonaba la pieza suelta "La escoba".
No había manera de detener el tumulto, que había formado una enorme rueda en la sólo se bailaba con el cuerpo, el alma y la mente.
Desde la tarima Alfredo interpretaba las notas completamente erguido y sin ningún gesto en la cara.
A lado, su insaparable mujer Leonidas quien dejará de cantar el día que él se retire.
Y con cada saloma de su inigualable voz , seguía enloqueciendo a el público, en el se veía gente con olor a trabajo, que espera un acontacimineto como este para olvidarse caulquier pena.