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Hace años visité la ciudad de La Paz, capital de Bolivia. Un guía turístico me llevó a un sitio de interés: un viejo árbol, ubicado frente a la Presidencia. "Aquí colgó a un mal presidente un pueblo disgustado", dijo.
Este acontecimiento ha llegado a mi mente ante el enorme disgusto y asco que tiene un enorme sector de la sociedad panameña, con el lío de los sobornos.
No piensen que el pueblo panameño es manso; que por ser alegre y confiado pueden abusar de su nobleza.
Hasta el pueblo más tranquilo puede llegar a convertirse en violento, como ocurrió con los argentinos.
Muchos panameños teníamos sospecha que los honorables legisladores no eran tan honorables... al menos no todos. He sido uno de los primeros en pedir que se cierre la Asamblea por lo innecesario que es.
Pero... lo que nos decían "las bolas" y chismes ha quedado chiquito, ante lo que se atrevieron a denunciar públicamente unos cuantos de sus miembros.
Para algunos panameños todos los legisladores están "embarrados" en estos asuntos poco serios e ilícitos.
No es excusa decir que "por los pasillos se decía", para no averiguar, conocer, y denunciar cómo debe actuar la gente honesta.
Y al publicarse las planillas de la Asamblea el hedor fue peor. Ante miles de desempleados es algo cruel saber que los honorables reciben cuatro mil balboas al mes... para que lo distribuyan en empleos que varios llenaron con sus propios parientes... ¡sin ninguna vergüenza!
¿Hasta cuándo permitiremos que se burlen de los panameños?
Como persona que ha vivido años recordé que una vez hubo un municipio carilimpio y sinvergüenza. Los medios de comunicación destaparon negociados y chanchullos. Algunos de los "ofendidos" golpearon al radiodifusor Ramón Pereira P., tratando de acallarlo.
Y se desató la ira justa del pueblo que "echó a los mercaderes del templo". El pueblo de la capital se tomó el municipio corrupto y sacó a los concejales sinvergüenzas.
Esto es historia y puede repetirse en cualquier momento, como bien lo sabe un estudiante de sociología.
Por donde quiera que camino encuentro gente hastiada de tanta bellaquería en la Asamblea y los partidos políticos.
Menos mal que la Procuraduría actuó rápido (ya era tiempo) y esto ha bajado los ánimos, disgustos y la tensión. Pero si no se llega a meter a la cárcel a los malandrines, estarán jugando con el fuego de la ira justa de un pueblo asqueado con tanta basura humana y moral.
No coman el cuento que el pueblo panameño es manso. No crean que no tenemos los pantalones para tomar la justicia, si fallan las autoridades.
Y esta advertencia vale tanto para el gobierno, oposición y los independientes.
Como dicen en Bambú Lane, en Colón, ¡quien juega con candela se quema! |
