Viernes 23 de febrero de 2001 

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¿Han cambiado los culecos?

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Minnie Morán Cano

Crítica en Línea

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Culecos de ayer

Tantos meses y días esperando que llegara la mañana del sábado de carnaval, mañana en la que sale la primera tuna hacia los culecos para empezar la mojadera, y es la más esperada fecha del calendario de las festividades del pueblo de Las Tablas. Los jóvenes habían seleccionado latas, baldes, pequeños platones, etc., recipientes que pudieran utilizar para iniciar la tradicional mojadera.

A medida que transcurren los minutos, crece el entusiasmo en la gente. Desde muy tempranas horas del día se escuchan las detonaciones de bombas y cohetes, uno que otro volador, ¡por fin llegaron los carnavales! ¿Quién sabe qué sorpresa tendrá la Calle Abajo y qué irá a sacar la Calle Arriba esta tarde?, estas son las inquietudes entre los grupos que se reúnen en las calles, las esquinas o en los toldos, en donde permanecen instalados los tronos de sus majestades.

Más o menos, a las 8:30 ó 9:00 de la mañana, cuando apenas el Sol se encuentra tibio, comienzan a aparecer los primeros chiquillos que tiran agua, gritan y corren de un lado a otro por los portales y las calles del pueblo. El entusiasmo es tal que casi nadie se queda en la cama, todos se han levantado temprano.

Todo tipo de personas se reúne en los toldos: ingenieros, maestros, doctores, personas de todas las provincias y hasta de otros países que contagiados por las fiestas del dios Momo llenaban recipientes con agua para iniciar la mojadera.

Se dan cita en estas fiestas que no tienen distingo de razas, ni profesiones, todos salen a las calles sin importar el costo.

El atrio de la Iglesia Santa Librada se ha llenado de espectadores, la tuna va a salir por la Escuela Presidente Porras.

Todos continúan bailando y luego suben a la reina sobre sus hombros para preparar el momento esperado. Sigue la música, la diversión es grandiosa y la parranda totalmente sana entre pueblerinos y miles de visitantes.

Las tunas se dirigen a ambos toldos o a un portal en Punta Fogón o de la Calle Bolívar, nadie quiere irse del toldo, los culecos se han transformado en pequeños grupos, unos se van a descansar, otros buscan refugios en las cantinas; otros toman rumbo a la represa de Guararé o a las playas del Uberito, para quitarse el añil, e igual otros visitan los predios donde se están arreglando los carros alegóricos.

Cualquier descripción minuciosa o pintoresca de estas fiestas, llena de júbilo y de gracia, que sabemos viene de hace muchos años, son festejos populares arraigados en el corazón del pueblo tableño.

Las calles de la pequeña ciudad de Las Tablas y en especial el Parque Porras se han llenado de agua y latas, residuos de cohetes y botellas de ron y cerveza vacías. Empieza la labor de limpieza para que todo esté listo para el desfile de la tarde.

LOS CULECOS DE HOY

Con el ir y venir de los años, las nuevas generaciones han cambiado los culecos de carnaval, aunque todos esperan el sábado en la mañana para disfrutar del agua, la música y el radiante Sol, las tradiciones no son las mismas y los jóvenes con atuendos ligeros y su vaso en el cuello se dirigen al parque Porras.

Las murgas salen temprano a ser su desfile triunfal de carros alegóricos representando sátiras en contra de cada tuna, y las personas sin dormir, buscan su sitio en el atrio de la Iglesia o en una acera del parque para recibir el agua que lanzan los carros cisternas que se abren paso entre la multitud con su estruendosa bocina.

Ya no es necesario llenar recipientes de agua, dado que por la gran afluencia de personas a estos reconocidos carnavales las vasijas no son suficientes, y se hizo necesario cambiar a cisternas que apostados en las esquinas de la cantina Cincuentenario, el Hotel Zafiro, Museo de Porras y la Farmacia Lorena esparcen agua por los alrededores.

Las reinas de Calle Abajo y Calle Arriba ya no llegan a los toldos sobre hombros, nadie pasa de la esquina de la Farmacia Lorena o de la Refresquería Nana, es difícil distinguirse entre la multitud, la última tonada sonó, cada quien busca su sitio predilecto.

Cuando ya ha pasado el mediodía, cada calle (Calle Arriba y Calle Abajo), la Bolívar y Punta Fogón se quedan chicas para albergar a la marea de personas que se da cita en los toldos para disfrutar de los saraos de carnaval con los tronos de fondo.

Entre el sonido de los cohetes y las discotecas que reemplazaron a los tamboritos, el agua ya sucia, el añil y las bebidas alcohólicas se combinan y corren por las aceras de este pintoresco pueblo interiorano.

Propios y extraños pasan horas mojados y sin comer, y al escuchar el cese de la música se dirigen a las playas y ríos cercanos a despojarse del sucio que ya está pegado al cuerpo para luego cambiarse de ropa y dirigirse nuevamente al parque a disfrutar de las murgas y del derroche de lujo de la noche de carnaval.

 

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