Desde que se es niño se escucha no solo a los médicos sino a los padres decir que es necesario alimentarse bien para que el organismo funcione de forma excelente; sin embargo, esta premisa no se queda en el simple hecho de obedecerla, es necesario hacerlo de manera adecuada.
Para ello, es importante saber que el cuerpo necesita muchos nutrientes, entre ellos las fibras, siendo estas el componente de las células vegetales, que no son absorbidas por el proceso digestivo y que en el intestino grueso se degrada y metaboliza por acción de la flora bacteriana intestinal.
La fuente natural de este componente es el salvado de los cereales (tegumento que recubren los granos), pero también se encuentran en todas las frutas y verduras, entre las que se destacan por su elevado contenido la naranja, mandarina, ciruelas, manzanas verdes, kiwi, frutilla, acelga, lechuga, espinaca, brócoli, remolacha y zanahoria; otros alimentos fuentes de este componente son los cereales integrales y algunos frutos secos como las avellanas, nueces y almendras.
Las fibras contribuyen a disminuir el colesterol sanguíneo porque tienen la capacidad de unirse a los ácidos biliares y a sus productos de degradación y de esta manera son eliminados. Además, ayuda a regular los niveles de azúcar.