Las esperanzas de mejor vida para los pueblos se resumen en la constitución detentora de sus instituciones estatales. Dichos entes sólidamente establecidos funcionan de manera armónica y compartida, dígase las autónomas, siguiendo los patrones enmarcados dentro de las leyes del país, tendientes a cumplir con las urgencias de los diversos conjuntos sociales.
La solución de las necesidades primordiales, especialmente en lo referente a la salud, demandan mayor premura. Hoy, declino mis esfuerzos efectuando una inquietud al distinguido y diligente director de la Caja de Seguro Social, Guillermo Sáez Llorens, concerniente a la creación de una pequeña sala donde sean atendidos con entereza los pacientes que confrontan dolencias oftalmológicas en áreas que aglutinan fuertes sumas demográficas como la J.J. Vallarino, en Juan Díaz, o la Manuel María Valdés, en el perímetro del distrito de San Miguelito.
La vejez por sus afectaciones específicas privan con preeminencias al individuo de la suelta habilidad de locomoción, tornando sus diligencias en tormento, situación que puede traer consigo fatales resultados conexos.
Las cataratas, que en su mayor parte son las dificultades más concurrentes en la persona de edad avanzada, suelen requerir de una intervención quirúrgica de efímera duración. No debemos admitir esa corredera de los ancianos tratando de corregir las adversidades, cuando muchas veces se intenta encontrar la luz pero nos sorprende la total oscuridad, donde la duda fatal campea a gran velocidad, ponderando la pérdida de tiempo preciso sin poderlo rescatar.
Me abriga una idea y una esperanza en que seré escuchado por el benigno y fiel funcionario, pensando en que las enfermedades atacan en el atardecer de la vida, cuando el cuerpo empieza a declinar por obligación.