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Dios quiere que el hombre Viva, Crítica en Línea y llegue al conocimiento de la verdad. Dios nos ha predestinado en su Hijo muy amado a ser santos. Es también la lectura que hace la Iglesia del Vaticano II en la "Lumen Gentium", cuando insiste en que la vocación del cristiano es la santidad (n.º 39). Hoy la liturgia de la Palabra es una invitación a la santidad.
Sean perfectos porque Dios, el Padre, es perfecto.
El Evangelio de este domingo es continuidad del Evangelio del domingo pasado.
Estamos en la expresión significativa de Jesús que dice: "Han oído decir... ahora yo les digo", frase que se convierte para nosotros en lema de una vida superior y destinada para cosas mayores a las estipuladas.
Jesús vuelve sobre el amor al prójimo, pero con una gran diferencia: ya no es el amor al prójimo que es mi amigo, o hermano, es un amor totalmente nuevo y diferente, incluso "subversivo", hay que amar al enemigo.
Por eso el cristianismo no es nada fácil, es más fácil amar al amigo, pero al enemigo no. He ahí el punto nuclear del cristianismo. El otro, por tanto, se convierte no ya en enemigo, sino en el amigo que me está ayudando a ser santo, es decir, a alcanzar la perfección. Perfección que se traduce en una vida de santidad a ejemplo de la de Dios-Padre, que es santo y nos ha hecho capaces de ser santos. Hoy, pues, es un domingo para la santidad.