Salah Mbuggus, de Kenya, �frica, acechaba escondido en la maleza. Sabía que Maro Kipusi, una bella joven de la aldea, vendría a plantar vegetales a la orilla del río. Allí la asaltaría y la violaría.
En efecto, Maro llegó al río, y Salah intentó violarla. Pero la joven gritó, y los hombres de la aldea salieron corriendo. Salah Mbuggus se lanzó al río para huir, pero delante de él levantó la cabeza un lagarto silbador, horrible bestia que puede amputar una cabeza de un solo mordisco.
Entre morir en las fauces del saurio o enfrentarse a los hombres, Salah escogió esto último. "Aunque me apalearan hasta dejarme medio muerto -dijo Salah-, escogí entregarme al castigo de los hombres y no a la amenaza de un lagarto."
�Por qué será que nosotros los humanos caemos, y no con poca frecuencia, en situaciones que no tienen salida? �Por qué será que nos metemos en un callejón sin salida, de modo que el encierro mismo termina siendo nuestra destrucción?
Cualquier aparente salida no resulta ser más que otro encierro, y el sabor sensual y apetitoso de nuestras picardías se torna en la amargura del vómito que produce nuestra acción. �Por qué será que nuestra vida no es más que un continuo saltar de problema en problema?
Sin tratar de responder a la pregunta, que como quiera puede que no tenga respuesta, busquemos la solución. Cuando no nos sometemos a Dios y a sus leyes, todo nos va mal. No percibimos el peligro. No les hacemos caso a las advertencias. No les ponemos atención a las luces rojas. Están allí, pero como que no nos importan. �Y cuál es el resultado? La destrucción. Ya sea lenta o repentinamente, tarde o temprano llegamos a la destrucción total.
�Qué debemos hacer? Todo lo contrario a lo que nos ha estado destruyendo: reconocer que hay leyes morales absolutas que al ser infringidas, producen dolor, pena y confusión. Luego, debemos pedirle al autor de esas leyes, a Dios mismo, que entre a nuestra vida, transforme nuestro corazón, controle nuestros pensamientos y motive nuestras acciones. Sólo entonces tendremos paz y estaremos a salvo de tales encierros.