Lo importante no es vivir, sino vivir justamente, decía Sócrates, y esta es la filosofía que inspira las enseñanzas del profesor William Hundert encarnado en el reconocido actor Kevin Kline, en un colegio bastante elitista en la costa Este de los Estados Unidos, cuando corría el año de 1976.
Con ese personaje se articula la trama del filme Lección de honor (2002), dirigido por Michael Hoffman.
TRAMA
Se trata de un profesor con un método muy particular de enseñar historia y literatura clásica, lo que le permite renovar importantes conceptos sobre la conducta humana.
Esto no le es tan difícil, por lo menos hasta el día en que llega Sedgewick Bell (el joven actor Emile Hirsch) como alumno.
Bell está dispuesto a hacer de la gamberrada y de la trastada un estilo de vida, lo que pone a prueba la paciencia del profesor Hundert y evidencia la alcahuetería del padre del muchacho, político allegado al senador del estado, camino al que parece destinado el jovencito.
Sedgewick Bell está dispuesto a violar todas las reglas del colegio, al punto de la trampa académica: triunfar como sea.
Casi tan viejas como el cine sonoro, las películas de ambientes estudiantiles reconocen un antecesor insoslayable en Adiós Míster Chips, aquella obra de 1939 propicia a las emociones fáciles que, igualmente, se enaltecía con una finísima interpretación de Robert Donat.
En Lección de honor, aunque mucha agua haya corrido bajo el puente, ciertos ejes narrativos no difieren demasiado de lo establecido por dicha pionera: el maestro devoto y sacrificado, el concepto ético, los alumnos bulliciosos y una pizca de romanticismo, todo esto hace del film una pieza especial.