jueves 12 de febrero de 2004

 

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EDITORIAL
  OPINION


Democracia a la haitiana
El triunfo se conquista con la inteligencia bien dirigida y el esfuerzo propio. César Guzmán.

Jean Bertrand Aristide, un ex sacerdote católico, llegó al poder en 1990 gracias al respaldo de los seguidores que buscaban un futuro con democracia y libertad, tras años de tiranía y las secuelas de la dictadura de los Duvalier.

En 1994, al negársele a Aristide asumir plenos poderes debido a que una junta militar rechazaba otorgar un cambio político democrático, los Estados Unidos dirige una fuerza de paz para sacar a Raoul Cedras, que se asila en Panamá, mientras que se instaura el gobierno "legítimo".

Por desgracia, Aristide cometió los mismos errores que sus antecesores. El ansia de poder cegó al presidente, cuya democracia se convirtió en el 2000 en una pseudo dictadura, cuando logra reelegirse gracias a presiones en las elecciones de aquel tiempo.

Los haitianos, gente muy alegre pero con muchos problemas, han vivido con la sombra de gobiernos autoritarios que gobernaron el país caribeño por espacio de dos siglos. Unos 32 golpes de Estado asolaron esta nación de 8 millones de personas. Casi el 60% de la población vive en la pobreza y no tiene empleo, un caldo de cultivo para una creciente inestabilidad social que ni siquiera la "democracia" de Aristide pudo lograr superar con sus proyectos sociales.

De allí que ahora, tras cuatro años de alargue político, los haitianos se cansaron de Aristide y su retórica, que ahora postula por la tercera reelección del mandatario, cuyo gobierno termina en el 2006.

La reciente revuelta popular, que dejó como saldo unos 43 muertos y once ciudades sublevadas, es un aviso que Haití se encamina hacia el abismo, mientras que la indiferencia de la comunidad internacional es evidente, pues a nadie le importa el destino de la primera nación negra del mundo.

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