En los Evangelios vemos con frecuencia la presencia de ciertos "agentes" malignos que influyen en las conciencias de las personas y que les hacen causar daños físicos y morales. Son "fuerzas inteligentes" que hacen que las personas se internen en cementerios, por ejemplo, y sean muy agresivas contra sí mismas y las otras personas, o intenten suicidarse lanzándose al agua o al fuego, o que queden mudas y sordas. Y hay dos clases de "presencias": las posesiones diabólicas, en donde una "legión" toma la vida de una persona y la va destruyendo, y de "influencias" en ciertas áreas del ser humano, que lo van doblegando y haciendo perder energía y vida de calidad.
Son dos cosas diferentes. Pues, quiero hablarle de los "espíritus inmundos" como "presencias malignas" que tocan ciertos aspectos de su personalidad y comportamientos. Pongo la siguiente comparación: usted se causa una herida en un brazo accidentalmente con un machete.
Un espíritu inmundo sería una presencia activa, relativa, del mundo de las tinieblas que acompaña todo proceder negativo, maligno, destructivo. Esta presencia lo va convirtiendo en un esclavo de ciertos actos. No es posesión diabólica (para eso los exorcismos), pero tiene una gran fuerza que solo puede ser contrarrestada, igualmente, con el Poder de Dios.
Una terapia espiritual profunda hace el trabajo de sanar las heridas y con la ayuda de otros, ir conociendo porqué hace las cosas y cómo ir superando ciertos comportamientos. Le digo esto porque, para sanarse totalmente de algo que le hace mucho daño, el componente espiritual es fundamental. Todas las terapias psicológicas ayudan mucho, pero son insuficientes cuando hay "ataduras", dependencias a factores "espirituales" que necesitan la terapia espiritual.
Por eso, los confesores y directores espirituales recibimos casos mandados por psicólogos y a su vez, nosotros mandamos muchos casos a buenos profesionales de la psicología y alguna vez, cuando son casos mentales complicados, a los psiquiatras.
Ya sabe usted: nosotros podemos vencer cualquier cosa negativa si confiamos en el Poder Divino, porque con Dios somos invencibles.