NUSTRA TIERRA

CUENTO
Kiquín: el periquito chiflador

linea
Absabaquín París
Nuestra Tierra

Imagen foto

No todo el que te embarra en “caca” es tu enemigo. Pero si un día llega a estar en “caca” hasta el cuello, lo mejor es que no digas ni “pío”.

Samuel tuvo un perico de la especie conocida como “piquiblanco”. Son pericos querendones, inteligentes, su promedio de vida es de 12 a 15 años, el cual le puso por nombre Kiquín.

Era muy querido y consentido por la familia y los que los visitaban; en verdad el perico se daba a querer por sus monerías, aunque suene extraño un perico mono, pero así era.

Kiquín era un perico fuera de serie, tenía un hermoso plumaje de color verde limón que se camuflaba con el follaje nuevo de los árboles de sus contornos. Era muy difícil encontrarlo cuando estaba fuera de su jaula porque se confundía con la vegetación, además de su natural color verde brillante, le adornaban plumas amarillas, rojas y hasta moradas; parecía emblema político.

Pero eso no era todo, los mejores atributos de Kiquín fue que poseía infinidades de sonidos guturales que transformaba en armónicos chiflidos.

Aprendió muy rápido a chiflar una pieza musical de Dorindo, Ulpiano o de Samy y Sandra; claro que Samuel o cualquier otro que supiera silbar se lo enseñaba. También aprendió a silbar o chiflar a los perros de la casa, justamente a la hora de encerrar a los terneros para el ordeño o las mañanas siguientes.

En muchas ocasiones Samuel o cualquier otro que le tocaba realizar los encierros ni siquiera se fijaban en el reloj, solamente se guiaban por el chiflido a los perros que ejecutaba Kiquín a la hora exacta de este trabajo.

El periquito era la mascota consentida de la familia y de los vecinos que se mudaban en los veranos a sus fincas o huertas en las riberas del río Santa María.

Lo debían de tener con las plumas de las alas recortadas para evitar que las bandadas de pericos de su misma especie le invitaran a abandonar la vida doméstica a la que estaba acostumbrado.

Pero un día, las puntas de las plumas de sus alas crecieron sin que Samuel se percatara de aquello. Por eso la bandada de pericos piquiblancos pasó cerca del árbol donde estaba Kiquín; se formó el griterío entre ellos, hasta que lo convencieron y se fue tras la bandada aquella, dejando atrás la comodidad y amor que le profesaban Samuel y su familia.

Caían las primeras lluvias de mayo. Hacía mucho frío en las mañanas y como si las lluvias no costaran, el río se había salido de su cauce por motivo de los aguajes que se daban. Toda la tierra estaba lodosa y muy fría, era un paisaje gélido y desalentador.

El perico tenía cinco días de haberse ido de la casa. Como no sabía vivir en estado salvaje o en libertad, no pudo alimentarse por su cuenta y eso lo enfermó tanto que estaba muy débil, grave, agonizante, sobre una ramita de un árbol de ciruelas. De repente la ramita se quebró y Kiquín cayó al suelo frío y lodoso.

Como agonizaba y quedó enterrado en el fango, todo indicaba que eran los últimos segundos de vida del infortunado perico. No obstante en ese momento pasó una vaca que iba rumbo al abrevadero y justamente se puso a defecar sobre el agónico perico.

El calor de la “caca” de la vaca le dio un soplo de vida a Kiquín, que inmediatamente sacó su cabecita del tibio excremento vacuno; de la alegría se puso a chiflar.

Su chiflido lo escuchó un flacucho y hambriento gato que de un salto, un zarpazo y un solo bocado...se lo comió.

MORALEJA: No todo el que te embarra en “caca” es tu enemigo. Pero si un día llega a estar en “caca” hasta el cuello, lo mejor es que no digas ni “pío”.

 

volver arriba 

 

 

linea
linea gris

| Primera Plana | Portada | Nacionales | Opinión | Económicas | Mundo |
| Deportes | Provincias | Variedades | Sucesos | Sociales | Ediciones Anteriores |
| Buscador de Noticias | Clasificados Epasa |



bandera de Panama
Ciudad de Panamá
Copyright © 1995-2003 Crítica en Línea-EPASA
Todos los Derechos Reservados