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Lo que siembran los asesinos

Miriam Vicenta Almanza | Crítica en Línea

Una viuda sufriendo y desamparada, seis hijos en duelo y otros parientes sumidos en el dolor han dejado los asesinos del taxista Pablo Rojas Ibarra, un hombre de 50 años ultimado a tiros por la espalda a manos de delincuentes la noche del 17 de enero.

Pablo era el sustento de su hogar. En la comunidad El Colmenar, en el Sector 1, perteneciente a El Lirio, en Alcalde Díaz, todos lo conocían dado su trabajo frente al volante.

El hombre trabajaba para mantener a su esposa, Celestina; a la menor de sus hijos, de 13 años, y al mayor de ellos, quien es discapacitado del oído y con quien se turnaba el taxi.

LA TRAGEDIA DETRAS DE LA MUERTE
La viuda es una señora que nunca ha trabajado. Se dedicó a criar a los cinco hijos del matrimonio de 33 años. Hoy, sin el esposo proveedor en el hogar, al dolor se le ha sumado la desesperación, pues no tiene los recursos para la educación de la menor de sus hijos, una estudiante del VII Grado, y a ello se añade la enfermedad de su hijo mayor, quien perdió el empleo a raíz de la pérdida de la audición y otras complicaciones.

Según Celestina, su hijo trabajaba con su padre para ahorrar dinero y atenderse con un médico, pero ahora las cosas han cambiado.

El taxi que era el medio para llevar la comida a casa, está en manos de las autoridades para las investigaciones y no sabe cuándo les será retornado. Pero la señora madre ahora también vive con el temor de que a su hijo le ocurra lo mismo que a su esposo.

"Pablo quería terminar de pagar el taxi para ahorrar dinero y hacer una casita en el interior, al lado de su papá, quien le regaló un terrenito (en Coclé). Todo eso quedó atrás ahora que él no está", narró con nostalgia la viuda.

PETICION
La señora, con la tristeza pintada en la mirada y vestida de desesperanza, suspira esperando que se haga justicia con la muerte de su esposo.

Mientras tanto, apela a la buena voluntad de las autoridades para que la apoyen con una beca para su menor hija, quien-según aseguró-es buena estudiante. Además, agradecería que se le ayude con el hijo para que se atienda la enfermedad auditiva, ya que dinero no tienen. Pero, no sabe cómo proceder.

Crítica: ¿Su esposo pagaba seguro?
Viuda: El trabajó toda su vida. Pagó más de 21 cuotas, pero en la Caja de Seguro Social le dijeron que tenía que esperar a la edad de jubilación.

La señora se pregunta qué pasará con esas aportaciones, quién las cobrará y cómo se le podrá ayudar con ello.

Crítica: ¿Cómo hace para sobrevivir?
Viuda: Hasta ahora hemos salido adelante con la ayuda de los vecinos, familiares y amistades, pero sabemos que eso no durará para siempre.

LA VICTIMA
La noche de la tragedia, Celestina escuchó los tiros que le arrancaron la vida a su esposo. Eran exactamente 5 minutos para las 9:00 de la noche de ese domingo.

Entre 15 y 20 minutos después le dieron la nefasta noticia.

Desesperados, lo llevaron al hospital casi inmediatamente en un auto particular. La Policía llegó al lugar como media hora después y las autoridades de Criminalística se aproximaron alrededor de las 3:00 de la madrugada.

Ese día, Pablo había salido de su casa alrededor de las 7:00 de la noche. No dijo "Hasta luego", como siempre lo hacía, pero sí preguntó lo mismo de todos los días: "¿Qué falta para el desayuno?".

Celestina lo vio partir para llevar a su hija mayor a su casa, ya que esa tarde había ido a visitarlos.

"Dio muchas vueltas antes de salir. Nunca lo hacía. Esa tarde, como a las 5:00 p.m., cenó macarrones con gallina dura, unas tajaditas y soda. También un poco de café que se sirvió del termo. Era muy cafetero", dijo con melancolía la viuda.

Hoy por hoy, la señora no puede dormir. Se despierta a cada rato inconscientemente en espera de la llegada de su esposo.

LOS ASESINOS
Nadie sabe nada. Pero a Pablo lo conocían todos en el barrio y lo más seguro es que quienes lo mataron viven en los alrededores, de acuerdo a la sufrida viuda.

No hay nadie detenido por ese crimen. "Sólo sospechosos, según dice la Policía".

El Colmenar colinda con Torrijos-Carter y Santa Marta, de los que está dividido por un río.




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