Los panameños que estuvimos en la escuela primaria recordamos aquellos días en que las maestras se esmeraban en enseñar a los niños cuáles eran los alimentos que nos harían crecer sanos y fuertes.
Todavía guardo en mi memoria las cartulinas pegadas a los murales mostrando el recorte de papel de una vaca que representaba a la leche, un manojo de vegetales, un huevo de gallina y varias rodajas de queso y mantequilla.
Quién iba a pensar que la leche, que no hace mucho se vendía a 65 centavos el litro, en un abrir y cerrar de ojos haya aumentado hasta alcanzar los 95 centavos.
El alza de precios sin ton ni son que golpea hoy la canasta básica familiar y el bolsillo de los más pobres, no se detendrá hasta que las autoridades asuman su responsabilidad social de garantizar una mejor calidad de vida en el plano alimenticio a los que menos tienen.
Se sabe que por cada 25 centavos que han aumentado las empresas procesadoras al litro de leche, sólo 3 centavos han llegado a los productores, lo que comprueba que en la cadena de comercialización hay intereses creados, acumulando ganancias con base en este producto vital para la salud de la población.
Esta práctica de aumentar sin una sustentación real los precios de los productos de primera necesidad es antihumana y es consecuencia de una economía de libre oferta y demanda, en la que el consumidor es un convidado de piedra huérfano de protección. Si el aumento de los productos de la canasta básica continúa incrementándose como hasta ahora, las consecuencias para la población serán devastadoras y tendrán un costo político que, llegado el momento, los responsables se negarán a asumir.
De más está pronosticar los efectos negativos que tiene esta medida en el encarecimiento de los productos derivados de la leche.