REFLEXIONES
"Gente inmigrante, hombres iguales"
Carlos Christian Sánchez C.
Relacionista internacional
Lo que usted leerá, es lo usual cada día normal de nuestra existencia. Cada amanecer, las tiendas y quioscos en Juan Díaz, abren sus puertas para efectuar el intercambio comercial rutinario. La gente se agolpa a comprar sus víveres. Pero, por cosas del destino, no se despiertan los "dueños" del local, a la hora de siempre, a las siete de la mañana. Dice un compatriota: "Chino, levántate. Dale rápido que llego tarde y dame aquello". Otros mientras, señalaban a voces que los asiáticos de tez amarilla se apoderan de nuestras tiendas, que se llevan el dinero de Panamá, con el fin de ayudar a su propia gente, dejando a muchos panameños sin trabajo. Muchos no se percatan que resulta insultante, discriminativo y grosero, afirmar "despectivos" hacia la gente diferente a nosotros. Algo que nunca se le ha quitado a la raza humana es diferenciar a las personas por categorías, clases sociales, color de piel, idioma o lenguaje, hasta apariencia. Empero, tanto panameños como latinoamericanos, igualmente los acomodados que viven en nuestro continente, incluso los pueblos indígenas, conformamos el selecto grupo de los inmigrantes. Por así decirlo, ningún grupo humano desde que Adán y Eva pisan la tierra es propio de un lugar determinado. Desde que los hombres aparecieron en la superficie terrestre, hace más de un millón de años, ha sido notable el constante movimiento de las tribus y pueblos. El clima, la naturaleza benigna, las cosechas, los cambios de las estaciones y las necesidades sexuales, determinaron el desenvolvimiento de nuestra civilización. En un punto encontramos una respuesta a todo este gran enredo: la supervivencia de la especie. Así como encontramos frases insultantes contra los chinos aquí en Panamá, vemos lo mismo en otros lares. De aquel nigeriano que viajó a España, o a Francia, a buscar un trabajo y se encontró con el rechazo de la gente, sólo por su tez negra. Sobre los albaneses, yugoslavos o la gente del Cáucaso ruso que escapa hacia la Unión Europea, para lograr un futuro mejor, y se encuentran con barreras similares a la que existen en otros países. ¿Qué de aquellos latinos, esos hermanos mexicanos, centroamericanos o caribeños, que inician un largo camino hacia la denominada "Tierras de las Oportunidades" (o los Estados Unidos de América), y son detenidos o deportados, sólo porque hablan Español y no tienen preparación académica para habitar la mayor potencia mundial?. Hace quinientos años atrás, las Américas fueron objeto de una de las más grandes oleadas de inmigrantes jamás vistas en la historia. Un lugar para vivir mejor, tener una familia y convivir en tranquilidad motivaron a cerca de 65 millones de europeos, por trasladarse hacia el Nuevo Mundo. Aunque fuera de su voluntad, unos diez millones de africanos serían enviados también, como mano de obra esclava. Si no lo sabía, incluso los trece millones de indígenas que habitaban la América en los tiempos de Cristóbal Colón, hasta los aborígenes actuales, son descendientes de emigrantes asiáticos de la etnia de los mongoles. Diez mil años atrás, los primeros habitantes del Nuevo Mundo cruzaron por el Estrecho de Bering, para así conquistar las vastas tierras americanas. Panamá está conformado por una diversidad de grupos étnicos. Los blancos españoles, negros afro-antillanos, indígenas de kuna yala, emberás y ngobe buglé, se han fusionado por siglos, provocando el mestizaje extensivo. Campesinos de Azuero, pescadores de las islas de las Perlas, habitantes de las aldeas de Costa Abajo de Colón y moradores de los barrios de El Chorrillo y Curundú, son ejemplo de lo anterior. Es más, el medio ambiente social de Panamá, su habitat caliente, activo y armonioso, permite hasta la mezcla de los asiáticos, tanto chinos como hindúes, o por otro lado, mientras duró la presencia norteamericana, fue común ver familias compuestas por estadounidenses blancos y mujeres panameñas de tez canela. Esto nos demuestra tolerancia étnica. Por ello, no debemos discriminar por origen étnico, costumbres o idiomas. Tampoco por nacionalidad y supuestos derechos propios autóctonos. Todos los hombres son iguales, tenemos la misma sangre y el mismo código genético. Nadie es diferente al otro.
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