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Sábado 22 de enero de 2000


MENSAJE
Del frío gélido al fuego infernal

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Hermano Pablo

Luisa Ana Nelson apretó contra sí a sus tres hijitos menores. La temperatura había bajado a doce grados bajo cero, la casa carecía de calefacción adecuada, y la noche era larga. Luisa Ana estuvo mucho tiempo sin dormirse.

Vio cómo el hielo se iba acumulando en la ventana, y cómo el aliento de todos ellos se condensaba, aun dentro de la habitación. Cerró los ojos cargados de sueño, de frío, de abandono y de tristeza. Luisa Ana estaba separada de su esposo, y el frío de su alma era peor que el frío del invierno.

De pronto, el estallido del incendio. No se sabe cómo, pero en pocos momentos las llamas envolvieron toda la vivienda. Su hijo mayor, de catorce años, pudo escapar, arrastrando con él a su hermana de trece. Pero Luisa Ana y los tres menores perecieron en el incendio.

He aquí una tragedia familiar donde intervienen el frío y el fuego. ¿Por qué vivía sola Luisa Ana con sus cinco hijos? Porque su esposo la había abandonado. ¿Por qué la había abandonado? Porque el amor, que una vez fuera como fuego, se había enfriado poco a poco hasta congelarse.

¿Por qué se había enfriado tanto ese amor? Porque no había sido alimentado como se debe. Y el amor que no se alimenta, que no se cultiva, se apaga lentamente, igual que el fuego que se deja abandonado.

El incendio que destruyó la casa de Luisa Ana, y a ella y a sus tres hijitos, pudo deberse a cualquier causa natural: una brasa del brasero de carbón, o una chispa de un circuito eléctrico en mal estado o una vela que se consume hasta el final sin ser apagada. Cualquier cosa puede provocar un incendio.

El frío gélido del invierno que obligó a esa madre a dormir apretada a sus hijitos también es natural. Todos los años ciertas regiones de la tierra experimentan el invierno, con sus fríos, sus hielos y sus nieves.

Lo que no es natural es que un hombre abandone a su esposa, a sus hijos y su casa. Ese abandono no es, no puede ser, natural. Es antinatural, es antimoral, es, digámoslo de una vez, antidivino.

¡Que Cristo llene de fuego de amor nuestro corazón! Porque sólo así nuestro hogar, nuestro matrimonio y nuestros hijos estarán a salvo.

 

 

 

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