"¿Qué pasó?". La interrogante ronda los pensamientos de todos en el pueblo El Coco de Barrios Unidos, en Aguadulce.
El final escalofriante de 3 jóvenes y un hombre adulto sacudió a la juventud pueblerina y a los mayores conservadores.
"Esos muchachos no se metían con nadie" es la carta de presentación que tienen para cada una de las víctimas.
En casa de Eric Ramos, el silencio asfixia. El joven de 19 años era el cuarto de cinco hermanos. Vivía con su madre en un cuarto de alquiler. Sus vecinos y amigos lo describieron como un muchacho alegre, sano y trabajador. Estudió hasta el VII Grado y desde entonces se dedicó a trabajar en temporadas de la zafra y en otras labores en el distrito. Hacía un mes que trabajaba como jornalero en la finca del pelotero Carlos Lee, pero tenía planeado renunciar para emplearse en Río Hato en una empresa de frutas.
Su compañero de infortunio, el capataz de la misma finca donde trabajaba, Cristino Rodríguez Cruz, de 36, también es recordado como un "hombre de bien". Llegaba del trabajo y se sentaba en una mecedora en el portal de su casa para "echar cuentos. No le hacía mal a nadie. Era generoso.. demasiado" según allegados.
Todavía están vivos los recuerdos de la última Navidad cuando Cristino hizo una comilona para todos los peones, vecinos y familia que intentan descifrar por qué lo asesinaron.
ROMPECABEZAS
Según versiones obtenidas en el pueblo, la tragedia empezó a escribirse en el bar "Mocambo", en Aguadulce. Allí había ido Cristino y sus tres acompañantes la noche del sábado y allí llegó un hombre a buscarlo. Lo demás que se supo es que el auto del capataz, un Toyota viejo de color blanco, fue encontrado en El Roble después que la trágica noticia fue confirmada la tarde del domingo.
El pueblo costero cerca a la Playa El Sala'o, con residencias de vistosos colores y algunos llamativos estilos arquitectónicos, parecía fantasma el día de ayer. Los habitantes estaban reacios a hablar argumentando que no eran los indicados para decir nada.