EDITORIAL
Hay fuego en Darién
Lo ocurrido este fin de semana en Darién, donde extraoficialmente cuatro personas fallecieron a manos de sujetos armados con cuchillos, nos recuerda los permanentes llamados de atención del entonces obispo de Darién, Rómulo Emiliani, quien siempre insistía con la misma cantaleta sobre que en esta provincia se están dejando las puertas abiertas para que entren, como Pedro por su casa, los guerrilleros, paramilitares y bandoleros, quienes tienen sembradas en sus corazones las macabras intenciones de secuestrar y matar panameños.
Desde siempre a estas llamadas de atención del obispo Emiliani, las autoridades han respondido con actitud distraída, y hasta con insultante indiferencia. Esta vez parece que la respuesta será la misma: silencio y aparente indiferencia. Unos y otros, arnulfistas y perredistas, quienes se han alternado el poder desde 1990, ven el problema de la frontera darienita, y la posibilidad de que la industria del secuestro prospere en el país, como una pesadilla que sólo encontró nido fértil en la mente afiebrada de un prelado hiperactivo.
Y hasta este diario ha elevado sus comentarios, para advertir que los gritos de auxilio de Emiliani podrían traer consecuencias no queridas por nadie, como puede ser la militarización de la policía fronteriza. Sin embargo, no deja de tener sentido lo que estuvo advirtiendo el obispo, y hoy sigue siendo un alarido que pide auxilio y que nadie escucha. En Panamá hay suficientes millonarios, y billones de dólares en los bancos, como para que secuestrar a alguno de ellos no resulte atractivo para movimientos bélicos irregulares, que intenten nutrir más sus arcas con algo de dinero fresco.
Este fin de semana dejó cuatro muertos. Muy posiblemente, si las informaciones que corrieron por la selva darienita son ciertas, dos de esos cadáveres sean de turistas norteamericanos. ¿Eso es lo que queríamos? ¿Por qué hemos permitido que el asunto llegue a esos niveles de violencia y descontrol? Desde 1903 estuvimos luchando por la soberanía; hoy que la tenemos no sabemos qué hacer con ella, pues no somos soberanos en Darién: ahí mandan el hampa y los guerrilleros. No podemos continuar respondiendo con silencios a estos problemas. Sería una locura y hasta un suicidio.
Pretender que el conflicto colombiano es un tema ajeno, en el que Panamá no se debe inmiscuir, es un argumento viejo, del siglo pasado, cuando la tragedia y el luto no se habían globalizado. La verdad de hoy es otra, y si no se ponen las bardas en remojo, es muy posible que mañana no sea un modesto comerciante fronterizo el que sea secuestrado (Alexis Ortiz), sino un verdadero potentado, esos de grandes apellidos e inmensas fortunas. Tal vez entonces, cuando secuestren a uno de los acaudalados criollos, se empiecen a mover las fichas para detener la violencia en Darién.
PUNTO CRITICO |
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