EDITORIAL
Secretos en la PTJ
Este país pequeñito, donde "todos somos primos", como cantaba el poeta, los secretos tarde o temprano salen a la luz. Que dicha publicación se logre por los conductos clandestinos de las habladurías y el comadreo y, pero aún, que el saber, los más oscuros sucesos que muchos trataron de esconder no provoque reacción ciudadana alguna, esa es otra cosa.
En el triste caso de los políticos, el asunto es más pintoresco. Se sabe de muchos de ellos que durante gran parte de su gestión al frente de una institución pública, evitaron todo contacto con el mundo, y prefirieron las sombras del silencio para tener "libertad de movimientos". Esos funcionarios se alejaron de los periodistas y de los sitios públicos, y sólo aparecían en escena detrás del difuminado cristal de las gacetillas de relaciones públicas.
En muchos casos, llegó el momento que les explotó la bomba del escándalo en la cara, y estos personajes se vieron expuestos a la verdad: su alejamiento les costó que nadie les tendiera una mano para ayudarlos; esos periodistas que ellos mismos excluyeron se encargaron de mantener el silencio, y los funcionarios terminaron hundidos en el cieno del escándalo.
Lo que hasta ahora sabemos de este oficio de cuerdas flojas y pisos resbalosos, como lo es el periodismo político, enseña eso: mejor es dar la cara, rendir informes continuos, exponerse al escrutinio. El silencio y las medias verdades traen la perdición.
Incluso el otro extremo, el del funcionario que exagera en informes, que gasta toneladas de papel para contarle al mundo la más insignificante de sus hazañas, es mejor que la oscuridad y el mutismo.
Esto lo está aprendiendo tarde la Policía Técnica Judicial, PTJ. Es cierto que tienen "órdenes superiores" que les conmina a callar, a guardar total silencio sobre los casos que manejan. Pero en el caso que nos ocupa, cuando se les está acusando a los detectives de un departamento tan delicado como el de Homicidios, de corrupción e intento de soborno a un testigo, el silencio no cabe.
Quedarse callados, no dar la cara, evitar la luz de la opinión pública -aunque se tenga la excusa del sigilo procesal- lo que provocará será la ruina de los funcionarios que tienen la responsabilidad de cuidar vida, honra y bienes de los asociados.
Hay que estar enterados de un importante aspecto: la comunidad tiene una pésima percepción de los políticos (y recordemos que la PTJ es manejada por políticos, no por técnicos), y siempre piensa lo peor. Cuando un testigo dice que intentaron sobornarlo, y que le obligaron a mentir, la comunidad le cree.
No porque tenga confianza en un muchacho como Daniel Julio, de confusas credenciales, si no porque no cree en los políticos ni en la Policía. Basta de secretos. Porque le hacen daño a la propia institución; porque están desangrando al país.
PUNTO CRITICO |
 |
|