OPINION


Baraúnda de un pueblo

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Por Fermín Agudo Atencio
Colaborador

Ha sucedido últimamente una serie de problemas que aunados se tornan en verdadero quebradero de cabeza, para todo buen vecino de nuestro hermoso país. La atinada elocución es suplantada de momento por un imprevisto tartamudeo, como secuela de los trastornos que acaecen con frecuencia y que nos hacen trastabillar perdiendo la estabilidad física y emotiva, creyendo ser prisionero de una trapisonda sin coto aparente.

Espantado contemplo que a lo malo le dicen bueno y a lo bueno le dicen malo. ¿Será que Dios nos está confundiendo el hablar? Veo con constancia que la mentira goza de la misma garantía que la verdad y llego a dudar de las reglas que emanan de los intrincados procesos mentales, como juicios privativos de las élites privilegiadas de ideas excelsas. No podemos continuar así, si dudamos por un momento en lo que debemos hacer, estamos vencidos. La seguridad en nuestro accionar con destreza, hará de nosotros panameños diferentes, firmes en deseos, siempre alertas, dando el paso indicado adelante. Las manos que tiemblan no pueden dar figuras en la cera, tampoco podrán arrear bandera, están privadas de fuerzas y seguridad para esculpir el mármol y serán inhábil para apartar obstáculos. Todo se troca, cundiendo una atmósfera de inseguridad que asfixia. El derecho lo tiene el que dice la primera palabra con razón o sin ella, similar al que propina el primer golpe, tendrá la confianza de ofrecer el segundo si contó con la fuerza suficiente y amontonó flaqueza en el contrario, para extender el tercero.

Nuestros pensamientos y emociones no son dignos del respeto merecido, atacar las raíces de la imprudencia, debe ser aspiración de todos. Cuando la situación de pobreza campea, surgen los pedigüeños y necesitados, como la hiedra se pega de la fresca y vetusta muralla abandonada. Todos hemos aportado en una u otra medida al progreso de la patria, razón que me induce a pensar que ella lleva un pedazo de mí para siempre. Observo difícil la generosa salida, la obscuridad me impide el justo escape, todo digno remedio que cure la angustia que osa multiplicarse con horrible ironía. La tarea incesante de cambio le está destinada a los caracteres altivos, con integración para actuar con eficacia; no se endilga al juega vivo, pescador en río revuelto de espaldas a todo gesto noble. Somos veedores de las actitudes de mucha gente y nos estamos resolviendo un claro examen en busca del justo camino. Un país no puede avanzar con malos ejemplos, de ellos, no esperemos nada útil; nada mejor que la amplia prueba, vía de la excelencia, generación de experiencias inagotables.

 

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