Jueves 14 de enero de 1999

 








 

 


MENSAJE
"¿Hasta cuándo se complacerán en su insolencia?"

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California

El hombre, joven, alto, fuerte, de frondosa barba negra y caballera de león, se puso d epie cuan alto era. Abrió su boca y soltó su lengua. No era para pronunciar palabras suaves y floridas. Era para derramar insultos, obscenidades y bravatas. "¡Déme no más la pena de muerte!", gritaba, "mandeme a la cámara de gas. Baje el martillo y pronuncie sentencia. No me importa nada. Me río de usted, de su tribunal y de su jurado".

El juez Gregory Martin, tal como le tocaba, bajó el martillo y aplicó la pena de muerte, en la cámara de gas, a José Cornell, convicto de asesinato. Al pronunciar la sentencia citó un texto bíblico del gran sabio Salomón: "¿Hast cuándo, ustedes los insolentes, se complacerán en su insolencia?" (Proverbios 1:22).

A este individuo, condenado a muerte por el brutal asesinato de su compañera de vida, no le importó que la persona de quien se burlaba tenía la autoridad de dar o de quitar la vida. Reír, mofarse y burlarse en un momento tan serio como este, después de haber cometido un asesinato, es no solamente demostración de suma insensibilidad, sino también de un total desprecio de responsabilidad como ser humano. "Si usted me da la pena de muerte - le había dicho al juez-, me reiré en su propia casa".

Hay muchos que se portan como este joven. No que se burlen de un juez humano, sino que viven burlándose del Juez Supremo, sin tomar en cuenta que se están burlando del Unico que puede dar y quitar la vida, y que tiene además el poder de echar el alma en el infierno. ¡Cuánta gente vive en total desprecio de Dios! ¡Cuántos son los que hacen caso omiso de sus leyes morales! ¡Cuántos insolentes viven pisoteando sus principios sagrados de vida y de conducta!

¿Cuál debe ser la actitud del hombre ante la autoridad divina? El hombre debe, en arrepentimiento y humildad, hacer un balance sereno de todas las actividades de su vida pasada, y tomar bien en cuenta la manera como está viviendo actualmente. Debe luego, en humildad y contrición, pedirle a Dios por lo que le ha desagradado como su Creador. Luego debe pedirle a su Hijo Jesucristo que entre a su vida como Salvador, Dueño y Señor. El le dará su perdón si se lo pide. Basta con que le abra su corazón.

 

 

 

 


 

CULTURA
Células de brazos o piernas para curar los corazones enfermos

 

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