El derrame de sustancias tóxicas en los ríos y quebradas es una acción mortífera y letal que con frecuencia acaba con las especies subacuáticas, y pone en peligro de extinción formas de vida básicas en la cadena alimenticia de todo un ecosistema.
Cuando se envenena el agua de los ríos, lagos y mares, se produce la muerte de peces, cangrejos, almejas, camarones e incluso, animales microscópicos que a su vez sirven de alimento a las aves.
El envío de productos químicos a las corrientes acuáticas superficiales ocurre casi siempre accidentalmente, por desconocimiento del daño que se pueda causar a la flora y fauna como sucede en el cultivo agrícola y la ganadería, o por omisión voluntaria, tal es el caso de las plantas industriales y los asentamientos urbanos.
Hace tiempo estoy escuchando que nuestro país tiene una de las legislaciones ambientales más avanzadas en América, pero en la práctica y aplicación de esas leyes no se percibe avances notables.
Los responsables de hacer cumplir el conjunto de normas contenidas en esta legislación, apuestan más a no lesionar intereses privados a la hora de aplicar la ley, que a la protección del entorno ambiental y la salud de la población.
Todavía hay plantas industriales vertiendo sus desechos químicos en los ríos Curundú y Caimito, por citas sólo dos ejemplos, a vista y paciencia del Ministerio de Salud y la Autoridad Nacional del Medio Ambiente.
De nada vale que se llame a la población a tomar conciencia para forjar una cultura ambiental, si las empresas continúan contaminando el agua que bebemos y el aire que respiramos, y las ganancias que deberían ser invertidas en mejorar la infraestructura sanitaria pasan a engrosar los bolsillos de quienes tienen los medios económicos para contribuir con la noble tarea de proteger ese medio ambiente, hoy tan degradado por la acción del hombre.
El mismo Estado al no contar con un proyecto bien definido de recolección de los desechos sólidos, también es responsable del alto costo que está pagando la población, sin vislumbrarse todavía una luz al final del túnel.