El pasado jueves, un diario descubrió que la ex Miss Universo, Justine Pasek, gana un salario en el Estado, con más de 1,500 balboas y otros derechos, algo que para algunos significa una especie de “botella”.
Debido a la mala fama de los nombramientos políticos, muchos podían entender eso, ante el hallazgo de los compañeros del diario impreso, pero pocos panameños no quieren recordar algo muy importante, Justine se ganó el derecho de ser la representante del Istmo, por ser la mujer más bella de la Tierra.
Declarada como embajadora plenipotenciaria por el Gobierno panameño, Justine Pasek merece un reconocimiento, tanto oficial como económico, pues con sus gestiones culturales puede cooperar en la promoción internacional de nuestro país en el exterior.
Lo dicho por el canciller Harmodio Arias es correcto: “Hay que estar orgullosos de ella”.
Empero, el asunto de los nombramientos en la Cancillería, el cuestionamiento a los concursos de carrera diplomática, además de los botados por diferencias entre los ministros de turno y la falta de libertad de expresión en dicha institución, no dejan de afectar la imagen del Ministerio de Asuntos Exteriores.
En Panamá hay más de 300 estudiantes de Relaciones Internacionales que están desempleados, que no tienen ninguna oportunidad de laborar en la Cancillería o en otra institución del Gobierno, si no es que está inscrito en el partido político que manda.
Si uno piensa contrario al Gobierno, jamás conseguirá un puesto de trabajo allí.
Urge que el próximo Gobierno que gane las elecciones del 2004 cambie, si se atreve, esta mala política de nombrar amigos y familiares para provecho del partido y no del pueblo o de los profesionales que se matan estudiando para ser diplomáticos que representen a Panamá en el extranjero.
En cuanto a lo de Justine, como virtual embajadora de buena voluntad, debe seguir con su papel que honra a Panamá. Pero la Cancillería también tiene algo de culpa, al no informar a los medios que la beldad estaba en planilla. |