Trabajo como una bestia
Y ni comida allá me dan,
Las estrofas de ese calypso popular contaban como en los años 60 y 70 era vista en el folklore de los barrios de las ciudades panameñas la isla penal de Coiba donde pasaban penurias y desdichas delincuentes privados de su libertad.
Existían varios campamentos de presos dentro de la isla en el Océano Pacífico y los restos del campamento central se han convertido en un atractivo histórico. Hoy los visitantes deben pedir permiso a la ANAM para visitar la isla de 50, 314 hectáreas. Pudimos hacerlo al formar parte de una gira para periodistas organizada por el Departamento de Mercadeo Nacional del IPAT. Desde la estación biológica en el norte de la isla se navega a la Bahía Damas, pudiendo observar la isla Granito de Oro, llamada así por sus arenas de ese color. Largas playas con palmeras que rivalizan con las más bellas del mundo lo acompañarán en su recorrido.
Las pequeñas cruces del cementerio El Marañón, las que son testigos del sufrimiento y penurias de los presos que jamás abandonaron la isla. En la visita se puede sentir que es un sitio especial, nublado por miles de historias que se dieron a lo largo de los más de 90 años de funcionamiento del penal. La existencia de la penitenciaría ayudó a conservar las riquezas biológicas de un archipiélago considerado patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
Coiba tiene muchos atractivos naturales, en sus colinas, playas, manglares y profundidades marinas, pero otra de ellas es su antiguo penal.
ENTRE MUROS Y BARROTES
Después de Punta Esquina aparece la nefasta prisión. Se puede ver el primer edificio construido por el Presidente Porras en 1919. Sin techos pero aún con gruesos muros y barrotes y cerrojos herrumbrosos que atemorizan.
Sigue quejándose el autor anónimo del calypso, esta vez por la mala alimentación que daban a los presos. Pero los penados tenían que cuidar plantaciones de arroz que enriquecían a otros. La canción de Rubén Blades, “El Casanguero” nos habla de grupos de reclusos que tenían que espantar a bandadas de casangas, pequeños loritos que las asolaban en las primeras horas de la mañana.