Algo parecido dijo el poeta Manzanero con respecto a una romántica tarde lluviosa. Pero el diluvio que nos cayó a nosotros por dieciséis días seguidos no tiene precedentes en el Istmo. Aguaceros jamás registrados, inundaciones, pérdidas materiales y muertos ha sido el saldo de esta época lluviosa tan larga que, sin embargo, sus estragos no superan los niveles de desamparo e impunidad a que nos han llevado funcionarios, poderosas empresas constructoras de vías y dirigentes de todo tipo, incluyendo los deportivos.
No obstante, hay que decir lo que hayan hecho mal o bien los funcionarios y "líderes" en este año. Los basurales, los tranques de antología, los escándalos publicados que ya sabemos, el precio de la gasolina y toda la tinta que gastemos nosotros en divulgar la verdad y nuestras percepciones a que tenemos derecho no deben mortificar a la gente más de lo necesario. "Esto no lo compone nadie". Pero cabe advertir que de todos los cántaros llovidos debería preocuparnos el de la duda razonable de que los casi 5 mil millones de dólares que están invirtiéndose en la ampliación del Canal Interoceánico sean efectivos.
El fracaso de la Ampliación convertiría en simples detalles, las zozobras de la ciudadanía en manos de la delincuencia, la corrupción galopante y los diluvios hemisféricos del natural cambio climático. De todo lo que he visto llover en este año 2010, lo mejor ha sido la premonición a través de un gigantesco relámpago llamado wikileaks, alumbrando posibles tragedias con el Canal de Panamá que de darse, superarían las de Francia en su tiempo con sus despilfarros y desvaríos, comprando palas para recoger nieve en la construcción del Canal y barriles de cervezas para aplacar la sed de los burros.