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Lunes 29 de noviembre de 1999


MENSAJE
Bodas de plata y de luto

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Hermano Pablo

Eran unas bodas de plata. Veinticinco a�os de dichosa vida matrimonial. Un cuarto de siglo de vivir juntos, de vivir unidos, de vivir ligados por estrechos v�nculos de amor, de compa�erismo, de fidelidad.

Neil y Brenda Janson, de Hayes, Inglaterra, quisieron celebrar sus bodas de plata en la misma capilla donde se hab�an casado veinticinco a�os antes, frente al mismo cl�rigo con los mismos testigos. Pero cuando Neil, el esposo, repiti� las palabras del cl�rigo y renov� as� sus votos de amor eterno, sucedi� algo que desconcert� a todos. En ese momento sufri� un paro card�aco que puso fin a sus d�as. Muri� agarrando la mano de su esposa. Los amigos y parientes llamaron a la celebraci�n: �bodas de plata y de luto�.

Uno se pregunta: �Por qu� tiene que morir un hombre todav�a joven, precisamente en el d�a en que celebra sus veinticinco a�os de casado? Veinticinco a�os de matrimonio, vividos en amor, fidelidad y compa�erismo son una tremenda bendici�n, y terminar ah� la vida, habiendo gozado de un matrimonio feliz, parece de veras un fracaso.

Sin embargo, mil veces m�s fracaso que un paro card�aco es la destrucci�n de un matrimonio, tenga el tiempo que tenga. Consideramos que hubo injusticia divina porque una pareja que se llevaba bien, donde no hab�a peleas y donde reinaba la paz, se encontr� con una s�bita separaci�n forzada.

No obstante, eso no es fracaso. Fracaso es no considerar lo sagrado de los votos. Fracaso es no tener paciencia en el matrimonio. Fracaso es ser irreverente y descort�s con su pareja. Fracaso es cortar la comunicaci�n y cerrar la puerta del coraz�n. Fracaso es ser infiel, es enga�ar al c�nyuge, es cometer adulterio y as� menospreciar los votos de honor y fidelidad mutuos. Eso es fracaso.

La calidad de nuestra vida no la determinan los a�os. La felicidad, la paz, el �xito en el matrimonio son el resultado de entrega mutua, de sometimiento rec�proco, de sacrificio, de amor. Estas son virtudes que responden no a una emoci�n pasajera sino a una decisi�n: la decisi�n de considerar sagrados nuestros votos y de amar de todo coraz�n a la persona que Dios nos ha dado hasta que la muerte nos separe.

Con Cristo en nuestra vida y en nuestro matrimonio podemos tener ese premio. Hagamos de �l nuestro due�o y Se�or. �l le dar� a nuestro matrimonio no s�lo largos a�os de permanencia sino fuertes sentimientos de amor.

 

 

 

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