REFLEXIONES
"Población:
no hay cama para tanta gente"
Carlos Christian Sánchez C.
El 12 de octubre
pasado, un bebé nació en Sarajevo, Bosnia.
Según los estudios demográficos, el mismo sufrirá
de enfermedades, discriminación social y hambre. No recibirá
buena educación. Sus padres vivirán en la pobreza
y el niño tendrá una expectativa de vida que rondará
los 56 años. Así, no más, se efectuó
el frío cálculo que determinó el destino
del habitante humano número seis mil millones.
Si, es cierto. La Tierra tendrá en octubre una población
humana en franco crecimiento. Hace cien años, ni alcanzábamos
los mil millones.
Pero este proceso de maduración de la especie "Homo
Sapiens" puede provocar desastre, guerra y efectos políticos
insospechados. La capacidad de destrucción es poseída
por naciones densamente pobladas, que requieren de necesidades
básicas para saciar los asuntos domésticos, como
la alimentación.
Pero como habitante de este mundo, me da mucha tristeza escuchar
los pomposos discursos en el foro de las Naciones Unidas.
Problemas políticos regionales, los intereses de las
grandes potencias, la carrera armamentista tecnológica
y las imposiciones financieras son elementos que empeoran el
bienestar de billones de seres humanos. No importa, por ahora,
la gravedad del crecimiento de la población mundial.
Tampoco nadie se esfuerza en exigir a los deudores de la Organización
Global que paguen el dinero suficiente para continuar los mínimos
esfuerzos por combatir el hambre, el desempleo, la pobreza y
nivelar la desbocada tasa demográfica.
Si tenemos la oportunidad de mirar desde el espacio a nuestro
planeta azul, veremos el caos que estamos formando. De noche,
inmensas luces rojas asolan selvas en Australia, centro del Africa,
Sudamérica, Yucatán y Siam. Hombre, mujer y niños
humildes talan los bosques ante el aumento de las ciudades. Pero
la necesidad de saciar de alimentos básicos a seis mil
millones de humanos obliga extender los cultivos, usar la poco
agua dulce existente, además de ampliar el radio de activida
industrial en los continentes, sin los debidos controles ecológicos.
A pesar de todos los impedimentos que hemos desarrollado para
aminorar los efectos artificiales implementados, dentro de cincuenta
años ya no habrá árboles silvestres que
cuidar, se terminarán las fuentes fluviales naturales,
la atmósfera estará viciada con dióxido
de carbono y cerca de 11,500 millones de personas pisarán
el tercer planeta.
Es en el Asia que encontramos situaciones que merecen estudiarse
con detenimiento. De cada cinco personas que hay en el mundo,
unos es chino y otro es indostán. Dos países, China
Continental y la India, poseen una población que supera
los mil millones cada uno, mucho mayor que todos los habitantes
de Europa, América Latina y Estados Unidos juntos. Esas
naciones son extremadamente vulnerables a cambios naturales y
artificiales debido a la inmensidad de sus poblaciones. Plagas
de insectos, monzones, tifones, terremotos, aludes e inundaciones
pueden afectar los cultivos de arroz, trigo, maíz y demás
productos agrícolas. Una enfermedad que ataque a los animales
domésticos como el ganado vacuno, los porcinos y las aves
de corral, exigirían enormes pedidos de importación
de esas dos naciones, en casos de crisis, a Europa y Estado Unidos.
¿Qué tal si incluso los países desarrollados
no cumplen las exigencias de una calamidad natural en China Continental
y en la India?
Como dice la canción: "No hay cama para tanta
gente". Dejando a lado los preceptos que permiten una incontrolable
natalidad humana en todos los continentes, las naciones del mundo
deben iniciar programas serios para controlar la demografía,
antes que lleguemos al límite de la tolerancia en la vida
sobre nuestro hogar en el universo, que es La Tierra.
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