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MENSAJE
Fiestas de cerveza
Hermano Pablo
Cr�tica en L�nea
La fiesta estaba en lo mejor. La consola irradiaba la estridente m�sica que es la delicia de la juventud. Las parejas se entrelazaban o se separaban al ritmo insinuante de las guitarras el�ctricas. Los que no bailaban, conversaban juntos en las alfombras o en los divanes. El ambiente se saturaba de humo de cigarrillos y, conforme iban cayendo las sombras de la noche, la fiesta se hac�a m�s y m�s un entremezclar de cuerpos, cabellos y brazos. Se trataba de una �fiesta de cerveza� como las llaman los j�venes estudiantes universitarios. De pronto una de las muchachas asistentes, una joven de apenas dieciocho a�os, madre de un beb� de seis meses, manifest� deseos de irse. Uno de los j�venes, despechado por lo que cre�a ser un desprecio, la sigui� hasta la calle. La asalt� por la espalda y ajust� un cintur�n a su garganta. La joven muri� estrangulada. Luego el joven, enloquecido por los vapores del alcohol, tatu� dos figuras en su propio cuerpo, la letra �W� y la forma de un coraz�n. La polic�a lo hall� junto al cad�ver, todav�a casi sin saber lo que hab�a ocurrido. A la tal aglomeraci�n de personas la llaman �fiesta�, y esa �fiesta de cerveza� a la que concurrieron aquellos j�venes universitarios se parece a muchas otras que se realizan en todas partes del mundo, por toda clase de gente. As� tenemos las fiestas de whiskey, de champ�n, de pisco, de vodka, de vino tinto, de ca�a o de tequila. Son fiestas de alcohol en las que el joven moderno, el hombre moderno, la mujer moderna, ahogan su desencanto de la vida, su hast�o de placeres y su falta de un sentido verdadero de felicidad. Lo que importa no es el nombre de la bebida que le da nombre a la fiesta, sino que siempre es la misma desilusi�n, el mismo desenga�o, el mismo camino equivocado. S�lo Cristo puede satisfacer el alma humana de tal modo que no necesita ni alcohol, ni droga ni org�a carnal alguna. Si clamamos a Cristo, �l satisfar� totalmente nuestra alma y coraz�n.
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