Cuando uno ve el empuje de Landon Donovan y de todo el equipo de los Estados Unidos para superar la adversidad ante Slovenia. Cuando vemos a los argentinos jugando comandados por un Messi determinado al triunfo. Se palpa la alegría mexicana al conseguir su primer triunfo, o el esfuerzo sudafricano aunque sin muchos frutos; pero un gran esfuerzo al fin. Los uruguayos con su garra. Y entonces lo comparamos con el poco interés de Francia, la inoperancia de Inglaterra, y la ineficacia de España, nos damos cuenta quienes son mundialistas y quienes no.
Hemos visto a jugadores australianos, a quienes no les ha ido tan bien, sudar, correr aunque el triunfo les haya sido esquivo. El Mundial hay que jugarlo. Con todas tus fuerzas, con mentalidad. Con una cadena de voluntades que son las que forman los equipos.
El mundo los mira, a los jugadores, a los equipos, a los entrenadores y los juzgará. Esta fiesta que se da sólo cada cuatro años, es una cita con la historia. Les toca a los protagonistas hacer un buen papel. Hay países que están más obligados que otros, por tradición porque tienen grandes aficiones, porque el fútbol en sus países es muy importante. Bueno, el Mundial también es fracaso, derrota, lágrimas, impotencia.
Todavía faltan juegos, se acercan los octavos y los emparejamientos de vida o muerte. Los partidos sin mañana.
Sólo los grandes jugadores son capaces de torcer el destino y de reescribir la historia, Francia, España, Inglaterra, aún tienen alguna oportunidad...