FAMILIA
"La autoestima y el ser humano"(2)
Joaquín A. Arias E.
Presidente Pro Vida
Las personas con un gran
amor a sí mismos viven en integridad, honestidad, responsabilidad,
amor y compasión, tienen una alta autovaloración, sienten
que son importantes, que el mundo es un lugar mejor porque ellos están
allí, tienen fe en su propia competencia y decisiones, irradian confianza
y esperanza y se aceptan totalmente como seres humanos.
Nos cuenta un director de los monjes del Tibet que si ponemos una ranita
en un vaso de agua caliente muy de pronto salta para así evitar el
calor, pero que si la ponemos inicialmente en agua fría y la vamos
calentando lentamente, la ranita muere porque ni cuenta se da que la están
hirviendo. La reflexión es: será que a nosotros también
nos están hirviendo y no nos damos de cuenta? La olla hirviendo en
que estamos sumergidos así parece indicarlo.
También cuentan que el operador de radar del gran buque el Titanic
aquel barco del cual dijo su constructor "Ni Dios hunde el Titanic"
y en la primera noche se hundió. Nos dicen que su operador murió
de un ataque al corazón cuando se dió cuenta que iban a chocar
con un grandísimo tempano de hielo, y corriendo llegó al gran
salón de baile donde se celebraba el baile del capitán, y
gritando con todas sus fuerzas pedía que todos se pusieran los salvavidas
porque iban a naufragar, nadie le hizo caso y siguieron bailando el que
en pocos minutos después sería el último vals del Titanic.
La reflexión es: será que nosotros estamos bailando el último
vals de nuestra titanica vida? Y continúa nuestro amigo el monje
tibetano afirmando lo siguiente: Si no comprendes que ya no es hora de hablar
más del cambio sino de hacer el cambio. Pues puedes prepararte a
mal existir y eventualmente morir. Curas y pastores, monjas y políticos,
gerentes y líderes de todas las orientaciones han hablado del cambio
existencial hasta enloquecer. Nos entro por un oído y nos salió
por el otro, nos hemos sentado comodísimos a esperar que el gobierno
haga el gran cambio, que nuestra empresa cambie, que el vecino cambie que
el papá cambie, que el hijo cambie, que todos cambien para entonces
cambiar yo. Lo malo es que cuando el agua ya nos da al cuello ya no hay
tiempo de esperar a que otros cambien. El cambio radical lo tengo que hacer
yo y ya y también motivar el cambio en los demás. Comprendamos
que en este mundo en que vivimos todo está cambiando, menos nosotros
y cuando esto pasa nos deja el tren.
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