"Voy a salir a fumarme un blanco, estoy estresado". �Ha escuchado a un amigo o compañero de trabajo repetir esta frase una y otra vez? �Qué ha pasado después? �Se siente mejor su compañero o sigue la misma vaina quejándose de la presión del trabajo?
Toda droga es como una nube pasajera. Llueve, refresca, pero después vuelve a salir la realidad. El sol brilla igual y la vida sigue su curso sin cambios radicales.
Los fumadores le hacen tanto daño a su cuerpo que no reparan además que también le hacen daño a su prójimo, pero �qué dice la Biblia de esto?
La Biblia no dice directamente que fumar es un pecado. Pero si enseña muchos principios de la conducta y el comportamiento correcto del ser humano, demostrando claramente que los hábitos como fumar violan la suprema ley de Dios: amor hacia Dios y amor hacia su prójimo (Mat. 22: 36-40).
Pregúntese a usted mismo, "Cuando yo fumo, �acaso estoy tratando de complacer a Dios, a otras personas o a mi mismo?" Si usted responde honestamente, usted podrá realizar que no lo está haciendo para complacer a Dios, el Ser que creó los cielos, la tierra, y el cuerpo humano.
Usted no fuma para complacer a otras personas. �Piensa usted que a las otras personas les gusta estar respirando su humo de segunda mano? En Filipenses 2: 3-4, el Apóstol Pablo nos exhorta a "antes bien con humildad estimando cada uno a los demás como superiores a vosotros mismos; no considerando cada cual solamente los intereses propios, sino considerando cada uno también los intereses de los demás." Pablo no está diciendo que debemos codiciar (desear) las cosas de los demás, sino que debemos de considerar las necesidades de los demás.
A todas luces, bajo la ley terrenal y espiritual se dan claros ejemplos de lo nocivo del verbo fumar.