Los arbolitos de Navidad que llegan a embarques con alimañas, culebras y muchas cosas más, es un claro ejemplo de que en los países con economías fuertes, exigen condiciones a los pequeños en sus exportaciones es un mito.
Si la situación hubiera sido contraria, de exportar productos para el Canadá, entonces el escándalo tendría ribetes alarmantes e inclusive, nosotros mismos nos hubiéramos criticado sin piedad sin darnos oportunidad, porque parece que los grandes sí pueden cometer desmanes.
En la actualidad los países imponen mecanismos de requisitos como la Unión Europea o el bioterrorismo atacado por los Estados Unidos, sin que nosotros pongamos reglas de juego a todo el desecho o productos con desperfectos que distribuyen a los países del tercer mundo.
En el caso de los famosos arbolitos, hemos sido muy condescendientes con los importadores, dando mucha flexibilidad, que jamás se hubiera tenido con Panamá. Demostrando la capacidad técnica oficial, para resolver el problema, mediante la fumigación.
Además, se busca indemnizar a los panameños para evitar los daños económicos, sería bueno averiguar qué garantía dan en ese país del norte al presentarse este tipo de problema y establecer en el futuro mecanismos para que caigan las responsabilidades técnicas y económicas hacia el país de donde proceden estos pinos.
La experiencia de este año debe concienciar al consumidor nacional sobre la compra de estos arbustos y a los panameños de ingenio a buscar formas para reemplazar esta preferencia muy tradicional, que impida la salida de divisas del país.
Se necesita crear más conciencia en torno al peligro fitosanitario que debemos enfrentar los panameños y los riesgos de traer mercadería como ésta, que pueden introducir enfermedades para la salud humana y animal.
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