Hace más de cincuenta años la Navidad se celebraba algo distinto a como lo hacen ahora. En la calle primera Parque Lefevre, donde viví la niñez, había vecinos que se regalaban productos de la época, hechos por ellos mismos.
De nuestros vecinos Young-Winter recibíamos unos deliciosos cake de frutas.
Mi mamá distribuía botellas de un ron ponche con poco licor, para que todo el mundo pudiera tomarlo.
No era de extrañar algunos regalitos entre familias para esas festividades.
Muchas casas exhibían árboles de Navidad llenos de foquitos y otros adornos.
Recuerdo que como maldad, algunos niños nos divertíamos tirándoles balines a las estrellas de la punta del árbol. También hacíamos concursos de "quien rompe más bolas de Navidad".
Había entusiasmo entre los niños y nos decíamos lo que le habíamos pedido al Niño Dios o a Santa Claus.
Algunas familias tenían la costumbre de hacer cenas navideñas. Otras preferían celebrar la noche de Año Nuevo con fuegos artificiales, toque de campanas y una gran comilona (así era en la nuestra).
Entonces aparecían parientes que durante todo el año no veíamos, lo que nos llenaba de alegría. Se brindaba con lo que "daba el bolsillo".
Aunque estaba prohibido, no faltaban algunos muchachos que se lucían volteando tinacos en Año Nuevo.
Los vecinos jamaicanos nos sorprendían con el "saril", bebida que muchos panameños no conocíamos.
Para los niños, la cena navideña era un estorbo. Había mucha ansiedad porque viniera la mañana siguiente, para conocer los juguetes que les traería el Niño Dios o Santa Claus.
No sería de extrañar que más de un niño alegrara tener mucho sueño para irse a dormir temprano, pensando que así amanecería más rápido.
Lo cierto es que los niños no recibíamos tantos juguetes como ocurre ahora en muchos casos. Y estos no eran tan complicados ni difíciles de armar.
Si no llegaba lo que pedimos, la excusa era una sola: "el Niño Dios o Santa Claus está pobre este año", y punto.
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