El papa Juan Pablo II aprobó el jueves la canonización del indio mexicano Juan Diego, el sacerdote español fundador de la organización católica conservadora Opus Dei José María Escrivá de Balaguer y el monje místico italiano, padre Pío.
Juan Pablo, que ha elevado a más católicos a la dignidad de los altares que cualquier otro pontífice, aprobó los milagros atribuidos a la intercesión de los tres, lo cual allana el camino a su canonización. No se informó inicialmente de las fechas de las canonizaciones.
En los 23 años desde que ascendió al trono papal,Juan Pablo ha beatificado a 1,267 personas y canonizado a 456, como parte de su esfuerzo por presentar ejemplos a seguir a los católicos. En comparación, durante los cuatro siglos anteriores fueron beatificados 1.310 candidatos y beatificados 300.
MEXICO CELEBRA DECISION
Los diarios, la televisión y todo México se hacen eco: el Papa ha reconocido oficialmente al santo más amado del país, el indio Juan Diego. Pero para la mayoría de los mexicanos, la decisión anunciada el pasado jueves es apenas una formalidad. En sus corazones, jamás dudaron que Juan Diego era un santo. "Antes que eso, no sé que no hubo un santo oficial", dijo Martín Ramírez al mostrar a sus hijos de 10 y 12 años la iglesia que se alza sobre la antigua casa de Juan Diego en Cuautitlán, uno de los muchos suburbios de la capital mexicana.
Aunque se discute si la historia es cierta, la mayoría de los mexicanos creen que Juan Diego tuvo la visión de una virgen María de tez morena el 12 de diciembre de 1531, en la cumbre de una colina donde se alzaba un antiguo altar azteca. Milagrosamente, la visión de una mujer con manto azul bordado de oro quedó grabada en su capa. Hoy, los creyentes desfilan lentamente frente a la misma capa de fibras de cactus, exhibida en la Basílica de Guadalupe.
Su ascenso a los altares se produjo al certificar el Vaticano que había realizado un milagro en 1990 al responder a las oraciones de la madre de Guadalupe, patrona de México y las Américas y probablemente el símbolo más amado del país, está por todas partes. Los conductores de taxi colocan altares diminutos en sus autos, y los vendedores callejeros ofrecen toda clase de objetos con la imagen.
"Es nuestro propio Dios. Los españoles no nos la trajeron", dijo Martínez. Algunas autoridades eclesiásticas sostienen que los indios inventaron la historia de Juan Diego para seguir adorando a la diosa azteca Tonantzin, "Madre Nuestra", cuyo altar se encontraba en el mismo lugar donde se vio a la virgen. Los críticos destacan que la Iglesia Católica desdeñó esa aparición durante unos 120 años.
En 1996, el entonces abad de la basílica, Guillermo Schulenburg, causó furor cuando dijo en entrevista con una publicación de la iglesia que Juan Diego "es un símbolo, no una realidad". Añadió que la beatificación en 1990 de Juan Diego por el Papa era el reconocimiento de un culto, no de la existencia física, real de la persona. Renunció poco después, obligado por las presiones.
Pero los debates eruditos sobre la veracidad de la historia no afectan a millones de creyentes. A mediados de diciembre, miles recorren largas distancias a la sencilla iglesia de piedra que se alza sobre la choza de adobe de Juan Diego para dejar oraciones y ofrendas. Natalia Castillo recorrió 1.585 kilómetros para bautizar a su hijo Emiliano Sánchez, de un año, en la iglesia sobre la choza de Juan Diego. "Ya lo va a canonizar, es algo para que (mi hijo) lo tenga siempre", dijo Castillo. |