Ese jueves dieciséis de noviembre participé en dos charlas sobre los peligros que sufrimos los periodistas en situaciones de crisis. Una de ellas la provoqué, pues fue un módulo que se dio a alumnos de segundo año de Periodismo.
Se les habló de cómo debe comportarse un reportero en manifestaciones violentas.
"Un periodista debe buscar la noticia, no convertirse en una noticia con su muerte", dije en voz alta a los alumnos.
A veces estas cosas no se le dicen a los futuros periodistas. No se quiere hablar de los riesgos que tiene este oficio, que ahora lo consideran algunos como el de "historiador" de lo que ocurre en un país.
La charla trató de ser completa. Comenzó por identificar los elementos de una manifestación violenta, con ejemplos de la realidad panameña.
Luego hubo descripción de los tipos de armas legales e ilegales que se emplean en estos actos.
Se insistió en el hecho que aunque un periodista tenga en el pecho una enorme identificación a colores, eso no evitará que le den una pedrada o un balazo.
Varios fueron los consejos sobre dónde ubicarse para conseguir la noticia con seguridad, así como los efectos de las bombas lacrimógenas y los llamados "cocteles molotov".
En la noche asistí a una conferencia de la Cruz Roja sobre la protección de los comunicadores en tiempos de crisis, en la Facultad de Comunicación.
El Licdo. Adrián Cuevas informó que a veces los periodistas son considerados espías en las guerras.
Las leyes consideran a los corresponsales como civiles, siempre y cuando no empuñen las armas en determinado momento.
Hay que registrarse como periodista para que tenga las protecciones que se dan a los no combatientes.
La socióloga española Cristina Estrada hizo énfasis en la dignidad de las víctimas, la cual debe respetarse a toda costa.
Habló de algunas experiencias que tuvo en países africanos con mucha población hambrienta.
En uno de ellos, el gobierno no quería aceptar que había "hambruna" en el interior, sino una simple "crisis alimentaria".
De América Latina dijo que los desastres naturales son las que más nos afectan.
Debe haber ética en las noticias de desastres. Aunque Panamá no sufre muchas calamidades, sí estamos expuestos a ellos.
Varios de los presentes dijimos como un chiste: "lo que pasa es que Dios todavía es panameño..."