¿Cómo se puede consolar el corazón destrozado de una madre cuando la vida le arrebató su regalo más preciado?
La respuesta puede ser difícil, porque quizás no haya forma de cerrar una herida de esa índole.
En dos templos distintos, en puntos equidistantes de la ciudad de Panamá, a dos jóvenes estudiantes, cuya amistad traspasó las barreras de la muerte, les llegó la cita con el adiós.
En el aire se respiraba dolor. Familiares, amigos, profesores y compañeros de Luis Esteban Lasso y Eduardo Chong Ng decidieron rendirle un último tributo a ambos adolescentes que se ahogaron el martes en las turbulentas aguas del río Cabobré, en el corregimiento de Pacora.
En la Iglesia La Ascensión del Señor de Las Mañanitas, donde se realizó ayer, viernes, en la mañana, el funeral de Luis Esteban, el sacerdote Eusebio Muñoz hizo un dramático llamado a los jóvenes para que honren a sus padres y sean obedientes, al tiempo que urgió a las familias a disfrutar más el tiempo que pasan juntos, porque no se puede vivir en hogares que parecen hoteles, donde cada quien entra y sale a la hora que quiere.
En el otro extremo de la ciudad, en la Iglesia de Santa Ana, otro grupo de dolientes, asistieron a la sencilla ceremonia fúnebre de Eduardo.
Como parte de una tradición china, el cadáver de Eduardo tenía varios billetes de dinero en la mano.
La madre del muchacho no pudo asistir al sepelio debido a su estado anímico.
Concluidas ambas ceremonias, los cortejos fúnebres se dirigieron, el de Luis Esteban al Cementerio de Juan Díaz; y el de Eduardo al campo santo chino en El Chorrillo.
ROSTROS DE DOLOR