El próximo lunes, el Consejo de Gabinete debe seleccionar a dos candidatos a magistrados de la Corte Suprema de Justicia, que deberán ser luego ratificados por la Asamblea Nacional de Diputados, en las sesiones extraordinarias que serán convocadas por el Ejecutivo.
Ya se habla de ungidos, pero más que favoritos debería privar la capacidad, honestidad e imparcialidad de las figuras que se escojan, de lo contrario todo el proceso de preselección que se montó, sería una tomadura de pelo para la sociedad.
Uno de los puntos flacos de la democracia panameña por décadas ha sido la justicia, donde magistrado pareciera que le deben más lealtad al que lo designó que a su compromiso de impartir justicia.
La selección de los magistrados será un mensaje claro de lo que en verdad desea el nuevo gobierno y demostrará si las promesas de cambios son ciertas o era un mero slogan publicitario para morder al electorado panameño.
La Corte Suprema de Justicia requiere de figuras que cumplan su labor de manera eficiente, expedita e independiente, sin importar a quién se castiga o se absuelve.
La población espera que los ministros sepan escoger correctamente y que la Asamblea Nacional de Diputados cumpla su labor fiscalizadora para verificar las credenciales y la trayectoria de los propuestos, para evitar que llegue a la Corte gente que suele torcer la justicia o dictar fallos según la conveniencia del momento.