Parece mentira que en estos días, en que el país vive uno de los más marcados períodos de expansión económica de su historia, en que sectores como el inmobiliario y el de venta de autos van "volando", y en que parece que ideas de megaproyectos multimillonarios salen todos los meses, precisamente resulte más difícil para el sector obrero, patronal y gobierno acordar un ajuste al salario mínimo.
Este estancamiento en las negociaciones entre los representantes de la Comisión Nacional de Salario Mínimo se da también en momentos en que el costo de la vida alcanza un nuevo récord prácticamente cada semana.
Llámese energía eléctrica, alimentos básicos, combustible o vivienda, los panameños estamos sufriendo el embate constante de aumentos de precios en productos y servicios necesarios o de uso consumo frecuente. El café es el último ejemplo.
Como consecuencia, el actual salario mínimo, de 284,96 dólares al mes, apenas puede cubrir el costo global promedio de la canasta básica de alimentos, que en octubre pasado totalizó 227,71 dólares. Sumando el transporte y el pago de los servicios básicos, educación, salud y vivienda, obviamente los que menos ganan están hasta el cuello.
Si hará falta que el gobierno establezca unilateralmente un nuevo salario mínimo, está por verse. Pero sí está claro que los dirigentes empresariales y de los trabajadores, responsables en primera instancia de acordar el ajuste, están perdiendo una valiosa oportunidad de demostrar que los sectores productivos del país pueden ponerse de acuerdo y adoptar ellos mismos -sin necesidad de imposiciones gubernamentales- decisiones que redunden en el desarrollo del país.