Para un cristiano que tiene que ser un verdadero discípulo de Cristo y de su Iglesia, el Adviento tiene que ir más allá de una momentánea celebración religiosa. Tengamos presente que el cristianismo no es sólo un conjunto de dogmas, celebraciones o mero comportamiento moral, es mucho más que esto: se trata de una vida nueva en el Espíritu que hemos inaugurado con nuestro Bautismo, tratando de seguir a Cristo nuestro camino y modelo, dentro de una comunidad organizada que es la Iglesia.
Al prepararnos interiormente para revivir con la liturgia la primera venida del Mesías por su encarnación en María y su nacimiento en Belén estamos en cierta manera siguiendo los pasos del pueblo de Israel al que podemos llamar maestro de la esperanza y muy particularmente por la vida y enseñanza de sus grandes profetas.
No es muy saludable y provechoso seguir la trayectoria mesiánica del pueblo de Israel quien a pesar de sus pecados e infidelidades de sus luchas y derrotas no dejó de clamar y anhelar en sus profetas por una futura y verdadera liberación.
Esa esperanza mesiánica tan deseada y anunciada llega finalmente hasta Juan Bautista y como que se concentra toda entera en la Santísima Virgen María, Madre y modelo de la Iglesia. Así como esta sociedad consumista y nos predispone con sus anuncios comerciales para las fiestas navideñas, entremos los cristianos con un espíritu humilde y un corazón bien dispuesto para celebrar en nuestra vida el nacimiento de Jesús y la llegada ininterrumpida del Reino de Dios al mundo actual. Teniendo ante nuestros ojos las atractivas figuras de Juan Bautista y de María reavivemos la esperanza del encuentro con el Señor, redoblemos la vigilancia tantas veces recomendada por él y reforcemos nuestra fidelidad a Dios en el trabajo y en las luchas que nos imponen nuestras obligaciones.
Aprendamos a discernir los signos de los tiempos experimentando la presencia y la acción del Señor en nuestra vida y e la comunidad. Que nuestra participación en la vida litúrgica sea más asidua y consciente en este tiempo de Adviento, que las buenas obras nos lleven cada día a una mayor conversión interior y especialmente a una gran apertura y solidaridad hacia los más desposeídos de nuestra sociedad.
Hagamos nuestra y transmitamos a los demás las promesas mesiánicas, es decir, la paz, la justicia, el amor fraterno, el perdón y la reconciliación. Convirtámonos en apóstoles de la alegría la esperanza para nuestra sociedad a veces tan violenta y desorientada. Seamos con nuestro testimonio los profetas de Jesús para nuestro tiempo. Dios te bendice por solidarizarte con la obra PRO-FE en bien de tus hermanos más necesitados |