Hace veinte años perdí lo que me dijeron era un buen negocio. Visitaba un despacho relacionado con periodismo y encontré una antigua compañera de trabajo. Ella con la mejor buena fe quiso ofrecerme la oportunidad de ganarme unos balboas... sin mayor esfuerzo.
Me explicó que sus jefes hacían legalmente unas compañías y necesitaban firmas de panameños, para incluirlos en las directivas.
Se trataba de las llamadas "compañías de papel", que se hacen para justificar negocios... que no existen realmente.
Supe que toda la documentación se guardaba en archivos. Cada año había que hacer "una reunión de directivos, con su acta correspondiente".
Entonces se debía firmar estos documentos... y volvía a recibir una suma de dinero.
A mí me ofrecieron veinte balboas por cada firma. La antigua compañera de trabajo me informó que ella aparecía en más de diez "compañías de papel".
"Al finalizar el año recibo por lo menos doscientos balboas, con sólo firmar unos papeles que a nadie interesan", explicó convencida del gran negocio que era este asunto.
Volvió a insistir que me uniera a los afortunados, pues no había ningún problema que me afectara.
Soy alérgico a los negocios "super-buenos". Le agradecí su oferta y dije que no lo haría porque "yo era un periodista y no un empresario".
Con el tiempo he aprendido más de lo que significan las "compañías del papel". Ahora algunas son famosas por aquello de encubrir malas actividades de narco-traficantes.
Aquí ocurre una situación muy delicada. Por un lado están los aspectos legales. En el otro, aquellos relacionados con la posibilidad que esas compañías fantasmas sean fachadas de chanchullos.
He sabido que extranjeros y nacionales hacen esas empresas para evitar responsabilidades personales. Hay gente rica, pero todo está a nombre de empresas.
Eso les da ventaja legal ante ciertas situaciones.
Mi experiencia indica que no es de ahora el asunto de las "compañías de papel".
Creo que sería bueno que los expertos revisaran las leyes que existen sobre este asunto. Así se evitaría que nuestro país lo consideren en el exterior como un "santuario" para gente que no quiere dar la cara en los negocios.
Por mi parte, nunca me arrepiento de no haber caído en la tentación de vender mi firma por veinte balboas (que hace dos décadas era más plata que ahora).