A ORILLAS DEL RIO
LA VILLA
Salarios de hambre

Santos Herrera
Empezamos expresando y aceptando que el trabajador panameño, tanto de la empresa privada como de la administración pública, son muy mal pagados. Sus salarios se han quedado razagados, casi estáticos, mientras que el costo de la vida sigue su alza de una manera tan apresurada y visible, que se puede hasta decir que su precipitado ascenso se toca con las manos cuando las amas de casa concurren a los distintos centros de venta de alimentos, a complementar su canasta familiar. Esta es una realidad tan objetiva y cierta, que resiste todos los cuestionamientos y rechaza de plano esos argumentos que a veces resultan irrisorios e infantiles de aquellos funcionarios insensibles, que tomando en cuenta su posición económica, piensan que el resto de la población vive en un mar de leche y miel. En los últimos años, todos los artículos de primera necesidad han aumentado sus precios. Igual cosa ha sucedido con las tarifas del agua, luz y teléfono. Las medicinas son tan caras, que en este país está prohibido que los pobres se enfermen. Un par de zapatos escolar cuesta tanto, como lo que gana un obrero en una semana. La carne, leche y hasta el pescado se ha constituido en artículos de lujo que las manos de una gran mayoría de panameños, jamás podrán alcanzar. Mientras estos alocados aumentos vienen presentándose a diario, golpeando los bolsillos de los que cuentan con pocos recursos, los sueldos continúan inmóviles. Como consecuencia lógica de la crítica situación arriba descrita, frecuentes son las protestas de los grupos afectados, que cada amanecer sienten los rigores de la crisis que los agobia. Casi todos los días, las calles de nuestras ciudades se llenan de angustiosas voces, que con justa razón reclaman trabajo y aumento de sus salarios. Ejerciendo un derecho constitucional, los gremios de servidores públicos, grupos organizados y los sindicatos de obreros protestan con energía y valentía, exigiendo nuevas fuentes de trabajo y una inmediata revisión de su escala salarial, que le permita una existencia decorosa y con dignidad. Así lo han hecho la mayoría de los servidores públicos de los ministerios, entidades autónomas y miembros de la Brigada Celeste del Departamento de Aseo Metropolitano, los obreros de la construcción y lo seguirán haciendo otros sectores si el Gobierno Nacional no adopta una política seria y responsable de revisar íntegramente los salarios a los empleados públicos como a los de la empresa privada, que tenga como fundamento el real aumento del costo de la vida, en los últimos años. Muy pronto se poblarán nuestras calles con gritos, protestas y reclamos. La actual administración indolente, ha roto su luna de miel y sólo ha contestado con amenazas y la presenta como lo que realmente es: un gobierno demagógico, que con falsas promesas, ha engañado al pueblo para hacer más ricos a los ricos.
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