Una noche en los laberintos de la prostitución

Redacción
Crítica en Línea
Humo, licor y música era la tónica existente en aquel lugar, pero con un ingrediente muy especial. Alegres damiselas con ajustados trajes, sonrisa sensual y sentadas en la barra esperaban ansiosas a que los tradicionales clientes llegaran al local. Pero de repente y en cuestión de minutos, una de ellas, bella dominicana, decide pararse del lugar tras ver a un singular cliente, que por cierto era panameño, uno de aquellos profesionales que decidió en plena tarde llegar al sitio para libar unas copas, a fin de dejar a un lado el stress del trabajo, deudas y problemas diarios. "Hola, ¿cómo estás?" fueron sus primeras palabras, las que sirvieron como una especie de gancho amoroso para atraer al especial cliente. Este al contrario se mostraba indeciso, nervioso y como no quería entrar en mucho diálogo con la damisela, que le bailaba al frente, tenía una mirada penetrante, ojos negros brillantes y un cuerpo singular como sirena de mar. Las amigas de esta bella mulata dominicana, no disimulaban sus deseos de burlarse del indeciso ciudadano que por muy poco tiempo solo quería contemplar el lugar, ver a otra de las "alegres damitas" bailar en una platea, al ritmo del merengue, mientras que un acucioso bartender atendía a los impacientes parroquianos que a coro repetían la melodía que servía para que otra paisana de la niche dominicana decidiera contonearse, para deleite y morbo de los asistentes a aquel bar. Pero la cosa por ahora quedó allí, pues el profesional panameño estaba más bien embelesado en mirar a la bella sirena de la plataforma, en vez de irse con la paisana de esta sensual caribeña y pagar entre 10 a 20 dólares por un ratito de placer y olvidar sus penas. Al parecer, el fulano no decidió "subir con la hembra" o ir para arriba, como se dice en los ambientes relacionados a las casas de cita o uno de aquellos bares, los cuales sirven de mera fachada pues en sus lados contiguos y por poco dinero llega a un mundo de placer, que lo eleva casi a una forma de paraíso celestial con sus bellos arcángeles. Esto disgustó a la caribeña, quien molesta por la aparente cobardía de este personaje, dejó que este se fuera del alegre lugar. Por su parte, el travieso panameño prometió regresar otro día al considerar y mirar en forma reservada su billetera, la cual no aguantaría un ajetreo con la sensual dama. "Okey papi no hay problemas", reveló la hembra, quien a pesar de que en un principio se le acercó al trabajador, nunca quiso revelar su real nombre, mientras que otros asiduos concurrentes al sitio, la llamaban Diana. A pocos días de su abrupta salida de aquella casa de placer, el ciudadano se encuentra con otro amigo por los lados de Calle 50. "Hey, ¿para dónde vas?" le pregunta su singular amigo al profesional concurrente de vez en cuando al rumboso lugar, pero este le resume lo ocurrido. Sin embargo, y en fracción de segundos este le responde que bellas colombianas quienes bailan en otro fino nigth club (club nocturno), localizado en Vía España "bajan a divertirse a donde tú vas". "¿En serio?", le preguntó desconfiado el inquieto profesional a su habitual pasiero. "Hombre, te digo que sí, pero son hembras caras, tienes que poseer buen billete, uno de cien no te equivoques, pues de lo contrario no hay de piña" le replicó el amigo. Las palabras proferidas por el socio quedaron grabadas en la mente del travieso profesional, quien sonrió y expreso "ah no sabía" de esos detalles. Pero en fracción de segundos, el inquieto obrero recordó la forma en que labora una hermosa colombiana, si aquellas provenientes de Cali o Medellín, que llegan a Panamá y salen como San Pedro por su casa. A esta la llaman Moonie, pero la mulataza cobra muy caro pues una salidita u hora, compartiendo su bella anatomía cuesta cien dólares(o una lámina como se dice en el argot criollo).
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